miércoles, 27 de agosto de 2014

La efeméride olvidada (primera parte)

Se cumplen en este 2014 trece siglos, mil trescientos años, de la conquista musulmana de Zaragoza. Ahí es nada. Sin embargo, los periódicos no dedican a este episodio tantas páginas como a Augusto o a Los Sitios -si es que le han dedicado alguna-, quedando injustamente relegado a un segundo plano un suceso fundamental en la historia no sólo de nuestra ciudad, sino de nuestro país. 

Musa ibn Nusayr, gobernador musulmán del norte de África y Tariq ibn Ziyad, su lugarteniente, llegaron en tres años desde Gibraltar hasta Zaragoza, tras haber derrotado a las tropas visigodas del rey Rodrigo en la batalla de Guadalete. La conquista fue más pacífica de lo que muchos creen, pues la división existente en el reino visigodo a la llegada de los musulmanes era enorme, lo cual propició alianzas entre ciertos sectores de la élite visigoda y los invasores que venían de África. 

Así, Zaragoza cayó en manos musulmanas de manera bastante sencilla, seguramente mediante una capitulación, permitiendo a cristianos y judíos seguir practicando sus cultos a cambio de un tributo. No obstante, una parte de la población cristiana prefirió refugiarse al norte, en los Pirineos, donde unas décadas después el rey franco Carlomagno establecería la Marca Hispánica, un conjunto de condados que servirían de barrera para evitar una nueva expansión musulmana hacia el norte de Europa. 

Zaragoza o Saraqusta, como era llamada por los musulmanes, pasó a ser la capital de la Marca Superior, pues los musulmanes dividieron al-Ándalus en tres territorios llamados marcas. La Marca Media tenía su capital en Toledo y la Marca Inferior, en Mérida. 

El territorio de al-Ándalus no estuvo exento de conflictos internos durante su existencia, siendo la Marca Superior un foco constante de intentos de independencia del emirato andalusí primero, dependiente de Damasco, y del emirato independiente y del califato omeya después. El suceso más conocido fue el pacto de Suleyman al-Arabi, gobernador de Barcelona y Gerona que había sido encarcelado en Córdoba -capital del emirato independiente- por sus levantamientos, con Carlomagno. Tras huir de su presidio, ofreció al rey franco la ciudad de Zaragoza, pero Husayn al-Ansari, que había quedado al frente de la ciudad, negó la entrada al francés, produciéndose la retirada de Carlomagno y la derrota de su retaguardia en Roncesvalles en agosto del año 778, hecho que daría pie al "Cantar de Roldán", obra cumbre de los cantares de gesta franceses y de la literatura épica medieval europea.

Saraqusta fue llamada la "ciudad blanca"  o Medina Albaida por los visitantes que acudían a ella. El geógrafo al-Idrisi escribió que "la ciudad de Zaragoza es al-Madinah al-Bayda por su abundancia de encalados y enlucidos" mientras que según al-Himyari "es conocida por al-Bayda porque sus antiguas murallas son de sillares de mármol blanco". Por su parte, az-Zuhri afirmaba que Saraqusta era conocida como ciudad blanca porque "sobre ella hay una luz blanca que no se oculta ni de día ni de noche". Se creía que aquí reposaban los restos de dos musulmanes de segunda generación, es decir, que conocieron a los primeros seguidores de Mahoma. Al parecer, estaban enterrados en algún lugar próximo a la iglesia de la Magdalena, donde había un cementerio al otro lado de la puerta de la Alquibla, llamada así por su orientación a La Meca. 

También afirmaba al-Idrisi que las serpientes no podían entrar en la ciudad debido al material con el que estaban construidos los edificios, "las culebras no pueden entrar en los sitios en que hay esta clase de sal". Me temo que el efecto repelente de nuestra ciudad, si es que existió, ya se ha perdido. 

sábado, 9 de agosto de 2014

El caso Watergate: un ejemplo de periodismo


Hace cuarenta años que se publicó esta histórica portada en "The Washington Post", tras la dimisión de Richard Nixon en la tarde del 8 de agosto de 1974. Carl Bernsetin y Bob Woodward habían sacado a la luz en ese mismo periódico los entresijos del conocido como caso Watergate, que consistió en el espionaje de la sede del Partido Demócrata durante la campaña electoral de 1972, un plan ideado por dos de los asesores del presidente Nixon y aprobado por él mismo.

No hemos de olvidar el chivatazo de Garganta Profunda, William Mark Felt, que entonces ocupaba el número dos del FBI y cuya identidad fue mantenida en secreto hasta 2005. Él confirmó a los dos periodistas del "The Washington Post" que sus artículos sobre la trama de espionaje eran totalmente veraces y se desencadenó un escándalo que terminó con varios detenidos y con Nixon fuera de la Casa Blanca.

Katharine Graham fue otro personaje fundamental. Directora por aquel entonces del diario, se erigió como máximo apoyo de Woodward y Bernstein a la hora de publicar los artículos sobre el espionaje al Partido Demócrata. Fue una mujer con agallas, pues las presiones que recibió desde el gobierno estadounidense habrían acobardado a cualquiera y, tal vez, si ella no hubiera estado al frente del "The Washington Post", jamás habríamos conocido este caso.

Porque el periodismo, al fin y al cabo, es informar a los ciudadanos de lo que ocurre en las más altas esferas del poder, no sólo político, sino también económico. Porque el derecho a la información es una realidad irrenunciable en cualquier democracia y los ciudadanos debemos protestar cuando vemos que un medio de comunicación se pliega al servilismo del gobierno que le concede subvenciones o de las empresas y bancos que se anuncian en sus páginas. Y para ello es necesaria la valentía de la que hizo gala Graham, pues ella, al fin y al cabo, tenía la última palabra.