Qué grande estás, Lorién. ¿Te gusta tu nombre? Desde que lo escuché hace años por primera vez me encantó y siempre se lo quise poner a mi hijo. Por suerte, a tu madre también le gusta y, aunque había otras opciones, nos hemos decantado por él. Es un nombre aragonés, una lengua que sobrevive en apenas unos pocos valles del Pirineo, por lo que me parece una bonita forma de mantenerlo con vida, y espero que te dé un carácter de resistencia ante las adversidades que encontrarás en tu existencia.
Qué grande estás, decía. Hay que ver cómo te han ido creciendo las manos y los pies. Son tan bonitos. Manos que de aquí a pocos meses agarrarán nuestras manos y nuestra vida con una fuerza inusitada. Pies que servirán como soporte para tu cuerpo cuando decidas aprender a andar y a corretear por la casa. La doctora nos ha ido enseñando cada parte de ti: desde los ojos, la pequeña nariz y tu boca, hasta los órganos que ya se han formado, como el estómago, o incluso los huesos que van componiendo tu esqueleto. Qué columna vertebral tan bonita. Nunca pensé que un hueso pudiera parecerme algo tan hermoso, pero en ti todo lo es.
Hemos vuelto a escuchar tu corazón lleno de fuerza, un latido indomable que anhela vivir y ser vivido. Hemos visto cómo se expandía y contraía sin parar, como un pequeño bombo que suena constante e inequívoco, marcando el pulso de tu cuerpo.
Pero lo más tranquilizador ha sido el hecho de saber que los quistes detectados hace unos días han desaparecido. Sabemos que estás bien, que eres un chico sano y fuerte, y pesas ya más de trescientos cincuenta gramos. Nos da una paz absoluta ser conscientes de que tu desarrollo avanza a buen ritmo y sin problemas.
No sabes cuánta ropa y regalos estamos acumulando estos días. Cada vez que vamos a casa de tus abuelos, te han comprado algún vestido o cualquier elemento que pueda resultarnos útil para tus primeros meses. Incluso tu bisabuela Pilar quiere bordarte alguna sabanica para que guardes siempre un recuerdo de ella. Ya le digo que no se preocupe, que te va a disfrutar durante mucho tiempo. Tu bisabuela Toñí, que es más mayor y la cabeza no le funciona tan bien, te espera igualmente impaciente. Cada día le recuerdo que va a tener un biznieto y me mira con una alegría inusitada. Se le iluminan los ojos a sus noventa y seis años y me coge de la mano cuando me siento a su lado.
Espero que puedas disfrutar de toda la gente que ha sido importante para mí, aunque algunos ya no estén desde hace algunos años. El hecho de conocer a tus ancestros es un privilegio que seguro valorarás cuando seas mayor, a pesar de que guardes un vago recuerdo de ellos. La memoria de las generaciones que nos han precedido es un regalo que intentaré enseñarte a apreciar, pues un mundo que olvida es un mundo condenado a la inopia y a la frivolidad.
Se nos van a hacer largas estas semanas hasta que volvamos a verte, allá por el uno de diciembre, así que intentaremos no pensar en todo el tiempo que queda hasta entonces e iremos hablándote y poniéndote música para que tu oído se vaya educando. No creo que puedas recordar nada de lo que te vayamos diciendo, pero al menos así podrás reconocernos cuando nazcas y sabrás que estaremos siempre contigo.