sábado, 21 de abril de 2012

El invierno de la Corona

Se abrieron las puertas de la habitación. Por fin, el momento más esperado de los últimos días se iba a producir. Apareció trajeado, taciturno y cabizbajo, meditando cada una de las palabras que iba a decir, pensando en la cara que iba a poner al dirigirse a sus súbditos. Frente a él, unos pocos periodistas escondidos tras las cámaras retransmitían a la Nación cada uno de sus gestos y miradas. Avanzaba poco a poco, temeroso ante la difícil situación que iba a afrontar, pues nunca antes en su vida habían salido a la luz pública sus trapos sucios, sus cacerías en el extranjero, sus aventuras extramatrimoniales, los líos en su familia. 

Estaba pasando un trago complicado, tal vez uno de los momentos más delicados desde que ocupó la Jefatura del Estado. Permaneció erguido apoyado en su muleta, mostrando una extraña mueca en su faz, ajada por la edad y la tensión vivida en las últimas horas. Paradójicamente todo había empezado un catorce de abril, la misma fecha en la que su abuelo había puesto rumbo al exilio ochenta y un años ha, tras haber perdido el crédito ante su pueblo por su apoyo al golpe militar que tumbó el sistema político de la Restauración, traicionando los valores constitucionales que había jurado proteger y respetar. En la política, si no cuentas con autoridad moral, no te queda nada y sólo puedes recurrir a la violencia para mantenerte en el poder. Su abuelo lo sabía y por eso prefirió dejar pacíficamente el país que no había sabido conservar. 

Ahora le tocaba a él superar uno de los momentos más difíciles de la Corona. Él, que pocas semanas atrás había asegurado que el desempleo juvenil no le dejaba dormir. Él, que durante su discurso navideño afirmó que las personas con responsabilidad pública deben mantener un comportamiento ejemplar. Él, había abandonado su país en ruinas para irse a matar elefantes, perdiendo, sino toda, al menos parte de la autoridad moral que pareció recuperar en sus palabras de diciembre.

Agradeció a los médicos el trato dispensado, a los periodistas su paciencia y preocupación por su estado de salud y entonces llegó el momento: "Lo siento mucho, me he equivocado. No volverá a ocurrir".

Y yo me pregunto, ¿qué es lo que siente mucho?, ¿qué es lo que no volverá a ocurrir?