domingo, 12 de enero de 2014

Cuando alguien cercano aborta

Hace poco me enteré de que una amiga decidió interrumpir su embarazo de manera voluntaria, unos meses atrás. No me lo dijo ella, sino que me enteré por terceras personas. Es más, ni siquiera sabía que estaba embarazada. Se supone que yo no me tendría que haber enterado, pero ella nunca va a saber que yo lo sé. Jamás le haré un comentario al respecto y mucho menos le reprocharé el no habérmelo contado. Es una cuestión demasiado personal y una decisión lo suficientemente complicada y difícil como para ir aireándola por ahí. 

Si no hubiera interrumpido su embarazo, probablemente habría arruinado su vida. Cuando esto ocurrió, ella se encontraba a mitad de sus estudios, por lo que seguramente jamás los hubiera podido terminar. Además, estaba sola en España. Sus padres viven en el extranjero, por lo que sólo tenía aquí a su novio. Por supuesto, sobra decir que ella no quería ser madre en ese momento, pero seguramente un descuido, qué sé yo, provocó el fatal desenlace. 

No quiero imaginarme el calvario por el que tuvo que pasar cuando se enteró de la noticia, así como la desesperación que sintió para tomar la decisión de abortar. Sólo puedo decir que de haberme enterado, la habría apoyado, pues no creo que haya cosas mucho peores para una mujer que ser madre cuanto no lo desea. La maternidad debe ser algo bello y ha de llegar cuando una mujer se siente realmente capaz de dar a su hijo una existencia digna. 

Por eso estoy radicalmente en contra de la ley del aborto que prepara el actual Gobierno de España. Nadie tiene derecho a decidir en el cuerpo de una mujer. Demasiados maltratos y vejaciones han tenido que aguantar las mujeres -y lamentablemente, han de seguir aguantando- como para que una vez conquistados derechos tan fundamentales como es la decisión de ser madres, les sean arrebatados por una caterva de retrógrados ultracatólicos. Es más, si de verdad considerasen el aborto como un asesinato, entonces esos ultracatólicos establecerían penas de cárcel para las mujeres que decidieran llevar este acto a cabo. Pero no tienen narices. Saben que desde Europa se les echarían encima y también desde la ONU. Harán todo lo que puedan, pero estoy seguro de que al final tendrán que rectificar muchos puntos, o incluso dejar las cosas tal y como están ahora.

Abortos ha habido siempre y los seguirá habiendo, pongan las barreras que pongan. La diferencia será que las mujeres pondrán en peligro su vida, pues la clandestinidad está llena de riesgos y problemas para su salud y bienestar. El otro día leía que en América Latina muere una mujer cada ocho minutos por someterse a un aborto en clínicas clandestinas. A ese modelo aspiramos en España. 

De todos modos, mi amiga tendrá siempre mi apoyo aunque no lo sepa, así como el resto de mujeres que decidan libremente disfrutar del don de la maternidad en el momento en que se sientan preparadas.