lunes, 14 de abril de 2014

14 de abril de 1931

Como nos decía Carmelo Romero en sus clases de Historia Contemporánea de España, sólo en tres ocasiones han tenido lugar en España cambios de régimen sin oírse de fondo el ruido de los espadones. Es decir, cambios en los que no ha intervenido la fuerza de las armas militares, y dos de esos cambios trajeron las dos repúblicas que han existido en nuestro país.
Tal día como hoy en 1931, dos días después de unas elecciones municipales que ponían fin a 8 años sin comicios democráticos -por calificarlos de alguna manera, porque el sistema de la Restauración estaba manipulado por una oligarquía caciquil bipartidista-, fue proclamada oficialmente la II República española.
A pesar de lo que muchos se obcequen en esgrimir para deslegitimar el origen democrático de este sistema, lo cierto es que la coalición republicano-socialista obtuvo un sonoro triunfo en 41 capitales de provincia -el total era de 50-, lo cual hizo ver al rey Alfonso XIII que tras las dictaduras de Miguel Primo de Rivera y Dámaso Berenguer, permitidas y apoyadas por él mismo, había perdido la aprobación de la mayor parte de los españoles, algo que se refleja en el inicio de su comunicado de despedida:

"Las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo".

Nuestro profesor Carmelo hacía hincapié en ese adverbio usado por Alfonso XIII, "claramente", para demostrar que no existía duda del triunfo republicano en unas elecciones que, a pesar de municipales, fueron usadas por todas las fuerzas políticas a modo de referendum para medir la opinión de los españoles acerca de un rey que había perdido la legitimidad tras haber delegado el poder en un dictador. No sólo había perdido la legitimidad política, sino también la legitimidad moral. Esto provocó que muchos políticos e intelectuales monárquicos dejaran de mirar con buenos ojos a Alfonso XIII y decidieran unirse a fuerzas republicanas, pues no había manera de sostener un régimen que había llevado al país a una situación política, económica y social muy difícil.
Cierto sector de pseudohistoriadores, al estilo de Pío Moa, afirman que los partidos monárquicos obtuvieron un mayor número de concejales, lo cual es cierto si contamos con los resultados del mundo rural. Pero hemos de decir también que estos recuentos eran mucho más manipulables por parte de los caciques rurales. En muchos pueblos no había ni siquiera candidatos, lo cual llevaba a estos caciques a elaborar sus propias listas e incluso a cambiar la opción política de quienes se presentaban. No existía una militancia política fuerte, como en las ciudades, debido a esa naturaleza caciquil del sistema de la Restauración. Además, hemos de tener en cuenta que el número de votos para obtener un concejal en un pueblo es mucho menor que el necesario para obtener un concejal en una ciudad.
Así pues, el baremo utilizado por monárquicos y republicanos para medir el apoyo del pueblo español a una u otra opción, fue el ofrecido por las capitales de provincia, que mostró, como he dicho, una abrumadora victoria republicana.
Como veis, la II República llegó por vía democrática. Lo que ocurrió después daría para una entrada mucho más larga que esta, pero como sostiene el historiador Santos Juliá en uno de sus artículos*, "la guerra civil no se origina en ese presunto fracaso de la República, sino en el fracaso de un golpe de Estado cuya finalidad consistía en hacer fracasar algunas de las vías abiertas por la República para construir un nuevo marco de relaciones sociales y políticas en España". Es decir, que la República no fracasó, sino que fue fracasada.


*JULIÁ, S., "El Fracaso de la República", Revista de Occidente, número extraordinario I, páginas 196-211, noviembre 1981.