lunes, 27 de junio de 2022

La primera vez que te vimos

 Y un día, de repente, hay vida. Has estudiado una y mil veces el proceso en el colegio, lo has visto en documentales. Ya sabes cómo ocurre. El cigoto surge tras la unión de los gametos masculino y femenino y, poco a poco, se van produciendo los pasos necesarios para que se forme un feto donde se van desarrollando extremidades, huesos, órganos: un ser humano.

Sin embargo, todo cambia cuando ese ser que aparece en la pantalla es tu futuro hijo -o hija, que aún no lo sabemos-. Cuando esos latidos algo distorsionados marcan el ritmo de un corazón ansioso por vivir, fundiéndose con los de su madre. Cuando ese futuro bebé gira molesto ante los movimientos que la sonografista realiza con la sonda, tratando de hallar la evidencia de un sexo definido. Entonces tomas la mano de tu pareja, que yace en la camilla en una posición no demasiado cómoda y, casi sin apartar la vista del monitor, os lanzáis una mirada cómplice de felicidad. Habéis pasado momentos de muchos nervios e inquietud mientras la doctora exploraba en silencio. Qué largos se hacen esos instantes hasta que salen de su boca esas palabras: "el desarrollo del feto es normal. Va todo bien". 

Parece mentira que, en apenas unos segundos, tu forma de ver el mundo y la vida cambie de manera tan radical. Cómo algo tan pequeño es capaz de arrebatarte todos tus pensamientos, tu atención y tu amor. Cómo todos los problemas y males que nos azotan parecen lejanos, imperceptibles, como si estuvieran a años luz de distancia, perdidos en un lejano punto del firmamento.