miércoles, 28 de octubre de 2009

Dulce tarde de trabajo

Y de repente, apareció ella. Surgió tras los cientos de personas que llenaban la sala como un soplo de aire fresco en una tórrida tarde de verano. Pero no apareció de cualquier manera, sino más hermosa que nunca.

Llevaba un gorro de lana con visera, el cual acentuaba de manera solemne los armoniosos rasgos de su cara. Sus ojos azules tenían luz propia y es que el bullicio causado por la gente atormentaba de tal manera mi cerebro, que una penumbra parecía inundar por momentos aquella sala recién inaugurada.

Se acercó y me solicitó repetir la sonrisa que le había dedicado al verla, pero me fue completamente imposible. Ella la describió como una sonrisa por etapas, como si mis labios hubieran ido poco a poco reconociéndola y saliendo de su aturdimiento. Se quitó su gorro por educación hacia la gente que abarrotaba el recinto y en ese momento descubrió ante mí su melena rubia.

Ella no era consciente, pero sólo con su presencia, sus palabras y su dulzura, había cambiado por completo una tediosa tarde de mi trabajo.

sábado, 17 de octubre de 2009

El obrador de ideas

Platón tenía la costumbre de abrir su tienda todas las mañanas cuando el sol todavía no había terminado de llenar las calles con su luz. La gente se amontonaba en la puerta minutos antes de su llegada y es que este humilde establecimiento había adquirido gran fama en la ciudad de Estambul debido a la curiosa mercancía que en él se ofrecía: ideas.

"Platón, necesito arreglar un asunto de faldas". "Yo quisiera que mi hermano perdone todos mis desfalcos". "Para mí, un método con el que encontrar al fin un trabajo". La gente entraba y realizaba sus pedidos de manera muy desordenada, mas Platón, siempre con una bondad extrema, respondía amablemente a todas las peticiones recomendando el mejor remedio a sus problemas.

Un día en que la nieve caía con dureza sobre las calles del barrio de Galata, Platón no abrió su tienda. La gente se estiraba de los pelos y clamaba contra el cielo porque el anciano no había acudido esa mañana a su local. Comenzaron a golpear la persiana que protegía la pequeña puerta mientras más y más personas se arremolinaban en la estrecha calle donde estaba situado el humilde negocio.

De repente, entre la ventisca apareció una oscura figura enroscada en un abrigo negro. Avanzaba lentamente hacia donde se hallaba la masa alterada, que poco a poco se fue calmando al observar aquella extraña aparición. Conforme se acercaba a la turba, se fue abriendo un pequeño hueco para que pasara hacia la persiana cerrada. Platón se descubrió la cara y la gente le miró con una inmensa alegría en sus rostros.

Pidió a todos que desde aquel día aprendieran por sí mismos a resolver los obstáculos que la vida les pondría por delante, pues él no podría hacerlo más. La gente le miraba extrañada y sorprendida mientras el viejo decía aquellas palabras en un tono de tristeza y pesimismo. A continuación, confesó su origen griego -algo sabido, por otra parte, en el barrio- así como su inmediata salida de Estambul debido a un decreto del gobierno que no sólo le afectaba a él, sino a todos los griegos que habitaban en el país.

La gente empezó a clamar contra la orden, a alzar la voz contra la expulsión, pues perdían a un hombre bueno, muy querido en el barrio, el cual siempre les había hecho la vida mucho más fácil. Entonces, un niño pequeño que se hallaba con su madre, le pidió al anciano una idea para no ser deportado a Grecia. Platón miró con una sonrisa condescendiente al pequeño y le contó que él podía ayudar a la gente a resolver situaciones cotidianas, pero ante la magnitud del decreto y ante quien lo había emitido, poco podía hacer.

Así pues, Platón dejó a la muchedumbre enfurecida en la puerta del local que había regentado durante casi cincuenta años, un local, por otra parte, carente casi por completo de mobiliario. La sobriedad era absoluta y sólo un sencillo mostrador de madera permitía separar al viejo de sus impacientes clientes, que nunca más podrían escuchar los consejos de aquel ser a quien tanto amaban.

Platón se marchó lentamente por las estrechas calles de su amado barrio, llenas de puestos ambulantes y tiendas de baratijas. La nieve le helaba hasta la sangre y al llegar al puente de Galata, se detuvo un momento a contemplar el hermoso perfil de la ciudad que le acogió con tan solo nueve años. Observó la Mezquita Nueva y casi podía percibir el olor de las preciadas especias que se venden aún hoy en el Bazar Egipcio. Miró una vez más la mezquita de Solimán y a los cientos de personas que abarrotaban la plaza de Eminönü para después girarse y contemplar el vetusto palacio de Topkapi, así como la majestuosidad de la basílica de Santa Sofía.

Intentó recordar los momentos más bellos que le había regalado la ciudad de Estambul mientras se arrojaba a las aguas del Cuerno de Oro, pues ningún ser humano podría expulsarle jamás de su hogar.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Breve acotación

Sólo quería comparecer hoy en mi blog para negar mi implicación en el caso Gürtel.

(Por si a alguien le quedaba alguna duda)

martes, 13 de octubre de 2009

Relativa lucidez

Este tal vez sea otro extraño momento de lucidez dentro de esta embriaguez o quizás se trate un encuentro directo con la quinta esencia, con el elemento veraz que conduce nuestras vidas por unos derroteros no demasiado sencillos.

A menudo me pregunto si alguien nos situó aquí por algún motivo y casi siempre me termino respondiendo que somos producto del azar, seres que han surgido por una mera casualidad planetaria de la que poco a poco se fueron generando todos los seres vivos.

Somos seres muy poco fiables a pesar de nuestra supuesta y siempre relativa inteligencia.

domingo, 11 de octubre de 2009

DON

Seguro que todos vosotros poseéis la capacidad de realizar algo que el resto de seres mortales no podemos hacer. Eso es lo que se denomina un don, una gracia concedida por la naturaleza sin ninguna lógica pero de la que podéis presumir ante vuestros seres cercanos, causando un regocijo general y una cierta envidia entre aquellos que aún no lo han descubierto.

Estoy segurísimo de que todos tenemos alguno oculto pero muchos no lo habéis hallado todavía y, aunque la mayoría de vosotros creáis que ya lo conocéis, tardaréis todavía mucho tiempo en encontrarlo.

No quiero escribir más, pues estoy muy cansado y necesito la cama como el comer.

Espero que estas breves líneas os den para reflexionar por hoy.

Buenas noches

sábado, 10 de octubre de 2009

¿Un buen augurio?

Pues sí, esta noche es tradicional en esta ciudad acudir en masa al recinto de Interpeñas -que al final acabarán montándolo en Almudévar- y beber hasta que uno no puede más.

Admito que yo también he cumplido con esta especie de rito dionisíaco durante los últimos años pero hoy, tal vez por el cansancio, por la fatiga o la distancia hasta la dichosa carpa, me quedo en casa.

Quizás tenga algo que ver también que mis amigos lleven ahí desde antes de las diez de la noche, cuando yo todavía no había terminado mi ensayo y su estado a mi llegada no sea el más óptimo.

En fin, que he decidido descansar y dejar para mañana el inicio de las fiestas. Tal vez esto sea una señal de que van a ser buenas.

Eso espero

(Wasabi estaremos tocando en la Carpa del Ternasco de Aragón, en la plaza de los Sitios, el lunes 12 de octubre a eso de las 19,30h. ¡No faltéis!)

martes, 6 de octubre de 2009

Crítica mordaz

Las Fiestas del Pilar están a punto de comenzar un año más y analizando la oferta musical de 2009, nos damos cuenta de que todavía nos hallamos muy lejos de merecer la Capitalidad Cultural Europea, tan deseada por Belloch y Jerónimo Blasco.

Prácticamente no hay ningún concierto que no pudiera estar en las fiestas de cualquier pueblo grande de nuestra comunidad y, de acuerdo, la oferta musical es amplia pero muy limitada para aquellos que nos gusta movernos por terrenos más allá de los 40 Principales -con todos mis respetos para los borregos que los siguen con locura- a los cuales se nos ha dejado prácticamente de lado.

Tal vez las únicas ofertas interesantes sean el FIZ, que cada año parece ir a mejor y este año ofrece al gran Rufus Wainwright; los conciertos de Andrés Calamaro y Vetusta Morla en Interpeñas, a los que no pienso ir pues ese recinto me produce náuseas y la presencia en la plaza del Pilar de Juan Perro así como los tres mitos de la canción de cantautor aragonesa: Labordeta, La Bullonera y Carbonell.

Después me saldrán con el tópico de que las fiestas del Pilar son fiestas para todos y que los conciertos que traen son los que llenan carpas y paseos de la Independencia. No saben la interesantísima oferta que se podría plantear en el centro de nuestra ciudad aprovechando la gratuidad para el público de estos eventos. Prueben a traer cosas distintas, pues la gente seguirá acudiendo si es gratis y quizá se vayan a casa con la sensación de haber aprendido algo y de haber abierto los horizontes de sus cerradas mentes.

Hay música más allá de la Quinta Estación o La Oreja de Van Gogh y pido perdón por mentar estos dos grupos en este blog, pero era necesario poner ejemplos de lo que nunca más debería ocurrir si de verdad queremos ser capital europea de la cultura, algo que hoy por hoy se me antoja completamente imposible. Ciudades mucho más pequeñas que la nuestra como Córdoba o Cáceres nos llevan muchísima ventaja y esto es lo que ocurre por no ser capaces de hacer cosas tan interesantes como fundar una orquesta sinfónica en nuestra comunidad; pero este es un tema que me gustaría tratar en otro momento.

En fin, despierten de una vez de su letargo, malditos políticos y lleven a nuestra vetusta ciudad al lugar que de verdad se merece. De momento, se llevan un suspenso por mi parte.

Menos mal que siempre nos quedará el JazZaragoza...

sábado, 3 de octubre de 2009

Pequeña lección de respeto

Justo en el instante en que la joven inocente y desamparada declaraba su amor al viejo científico achacoso, justo en ese instante, un lascivo politono empezó a sonar en la sala de cine causando gran indignación entre todos los asistentes que disfrutábamos plácidamente de la película. Ese asqueroso, inoportuno y estridente teléfono móvil arruinó nuestra concentración además de sacarnos violentamente del hilo argumental que en aquel momento llegaba a uno de sus cúlmenes.

No contento con haber destruido nuestra tranquilidad, el dueño de dicho aparato lo extrajo del bolsillo de su pantalón y comenzó una conversación que se alargó durante varios minutos, provocando las reprimendas del público, ultrajado por tal desagravio.

Así pues, no lo pensé dos veces y ante la falta de decencia de aquel tipo, sin duda egoísta y de la más baja calaña moral y ética, me levanté de mi asiento y dirigí mis pasos hacia donde se hallaba sentado. Le pedí amablemente que se callara y apagara su maldito teléfono, pero ante su negativa se lo arranqué de las manos, separándolo con brusquedad de su sucia oreja y lo mostré al público en un gesto heroico ante el cual todos me aplaudieron mientras se levantaban y avanzaban hacia la fila delantera en la que me hallaba junto a aquel asqueroso ser humano.

Vinieron agitando los brazos, pidiendo venganza y asieron a aquel desperdicio de sus brazos y sus piernas, zarandeándolo como si de un pelele se tratara. Entre todos lo arrastraron hacia la puerta de salida y ante la mirada incrédula del acomodador, que se hallaba tranquilamente sentado esperando que terminara la proyección para guiarnos hacia la salida, lo arrojaron con gran violencia fuera de la sala. Graves improperios y amenazas -merecidos, por otra parte- fueron lanzados por la ardiente masa contra la indecencia mostrada por aquel tipo, que ahora causaba en mí cierta compasión. Se levantó con cierta dificultad y marchó presto y sudoroso a la puerta de la calle, volviendo repetidas veces la mirada por si aquella marabunta enloquecida le seguía.

¡Malditos aquellos seres humanos que son incapaces de respetar al prójimo en escenas tan simples y cotidianas! ¡No quiero ni imaginar lo que podrían hacer cuando las necesidades acucien a nuestra sociedad! ¡No se puede confiar en la especie humana! ¡Somos imperfectos!