viernes, 16 de octubre de 2015

El Bayo se queda vacío

Hace unos días me enteré de que Vicenta ya no vive en la calle Riberanos de El Bayo, y sentí que otra parte importante de mi vida y de mi infancia quedaba un poco más lejana en el recuerdo. La calle Riberanos es un lugar tranquilo, donde los cantos de las golondrinas y gorriones son únicamente interrumpidos por algún tractor que va o vuelve del campo, o por los gritos de los chavales que juegan a la pelota, aunque creo que esas voces se han ido poco a poco apagando y son mucho más tenues que hace unos años.
Hasta que construyeron las "casas nuevas", como las hemos llamado siempre en El Bayo, la calle Riberanos marcaba la frontera con el campo de una forma abrupta, pues del asfalto podías saltar a un hermoso pinar donde por la noche las lechuzas cantaban entre los árboles y la imaginación te llevaba a situar ahí personajes misteriosos. Después de que esa línea se trasladara unos metros, solíamos adentrarnos en las noches que caen las Perseidas del cielo para contarlas, pues El Bayo es un lugar apropiado para disfrutar de estos fenómenos.
En la calle Riberanos he corrido y jugado con primos y amigos, aprendí a ir en bicicleta y he vivido junto a mi abuelo, en el porche de nuestra casa, las tormentas de verano más bonitas. He visto eclipses de Sol y Luna, he caminado con mi abuela y he conducido en tractor de mi abuelo. Y cuando llegaba el fin de semana, la acera se llenaba de los coches de mis tíos y primos que venían a comer con nosotros, plagándose la casa de ruido y alegría.
Son recuerdos hermosos porque tengo la conciencia de ser plenamente feliz en esa calle que hoy queda un poco más vacía, porque Vicenta es para nosotros una de esas personas especiales que nos animaba a seguir yendo al que siempre consideraré mi pueblo. Porque El Bayo será siempre el lugar en el que mejor me he sentido y tal vez por eso y por el miedo a no encontrar de nuevo esa felicidad absoluta, me cuesta tanto volver.