lunes, 6 de diciembre de 2010

Té pamalesrotiquino

Cuando se descorrió el tupido velo apareció tu rostro como un suspiro ciego en la noche. Llegaron poco a poco el instante esperado, la palabra adecuada, el silencio inviolable, la mirada perfecta... Se alinearon los planetas en torno a nosotros tras una deliberación en la que ningún argumento contrario al hecho aquí descrito fue escuchado.

Las superficies carnosas de nuestros labios, atravesando nubes de humo olor manzana, estallaraon en una explosión de sabor cuya onda expansiva se extendía hacia límites insospechados en cada contacto. Supieron dar forma al incuestionable dogma de la pasión, cuyos más devotos creyentes lo secundan con ardiente extremismo siempre y en todo lugar.

El tacto inherente a la piel se hizo presente en forma de caricia. Se unieron las manos entrelazándose como las raíces de un roble se aferran a la tierra de la que se alimentan. La suavidad de jóvenes epidermis entraban en extásis con cada conjunción. Delicadamente recorrían cada poro, cada lunar, cada célula. Se trataba de un minucioso trabajo, pues ha de ponerse mucha atención en el oficio del amor para complacer al prójimo.

Mientras tanto, dos tés se enfriaban en la mesa esperando ser bebidos.

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