sábado, 15 de enero de 2011

Rostro informe

Una gota de sangre discurría lentamente por su oído hasta alcanzar el pabellón auditivo. La hemorragia era demasiado grave como para pensar en la supervivencia, pero en ella existía aún un pequeño hálito de vida que le animaba a no rendirse. Sus pupilas reflejaban la imagen de un ser situado frente a ella con tan poca nitidez que no podía enfocar su rostro. Veía cómo oscilaba del mismo modo que el péndulo de un reloj. Parecía un cuerpo inerte abandonado a los designios del viento.

No recordaba nada de lo que había ocurrido, pero podía sentir un ardor insoportable en la cara, tal vez la secuela de un puñetazo. Se encontraba demasiado débil como para mover un músculo, para expresar su dolor en una mueca y menos aún para levantarse o gritar pidiendo socorro. Estaba malherida, pero comprendía que no podía hacer nada sino esperar la inevitable llegada de la muerte. Más allá no había nada, o tal vez la perfección. El caso es que ahora no era el momento de pensar en ello.

En la habitación se respiraba todavía el fragor de la batalla, la tensión acumulada, los golpes azotados en su dulce rostro. La feminidad de sus rasgos era deliciosa, inigualable. Y qué decir de su cuerpo. Hubiera sido honrado por los mejores poetas clásicos como la octava maravilla. ¿Por qué tuvo que acabar con ese cabrón?

Ella, aunque no lo sabía, recibió la visita de la parca mientras observaba el cadáver de su novio colgado del techo. Pensando que la había asesinado tras una cantidad considerable de brutalidad física, decidió poner fin a su vida.

Hoy todavía están abandonados en esa habitación. Podría estar en cualquier parte, en cualquier inmueble, en cualquier ciudad de este país. Si percibe un hedor insoportable, señal inequívoca de la muerte, avise a la policía.

jueves, 6 de enero de 2011

El concierto

Me encontraba una noche de abril de 1955 en una pequeña sala de conciertos de Detroit, Michigan, Estados Unidos de América. Sobre el escenario, una banda de jazz compuesta exclusivamente por músicos negros deleitaba a un público completamente entregado. El trompetista desgranaba las notas de un solo mientras el gin-tonic de mi vaso disminuía en cada sorbo. Podía ver la cortinas armónicas que describía junto al piano, mientras batería y bajo marcaban una férrea línea rítmica, una base que iba del swing al bebop con una naturalidad comparable a la de un río que dibuja de repente un acentuado meandro en su cauce.

Poco a poco se aproximaba el final de la pieza. En ese instante, el trompetista, un tal David Miles, agarró el vaso de agua del que había estado bebiendo toda la noche y lo arrojó al suelo con una furia inusitada. Se hizo un silencio absoluto. Los demás músicos permanecieron completamente quietos, a modo de grupo escultórico, mientras su líder mantenía una mirada fija y enfurecida hacia el público, compuesto exclusivamente por blancos.

"Vosotros, que vivís cómodamente en hogares de película, que no tenéis problemas para llegar a fin de mes, os reís de los negros cada día, segregáis a mi raza, una raza si cabe más americana que la vuestra, pues nosotros llevamos siglos trabajando vuestras tierras mientras los blancos os dedicáis a rezongar en el sofá o en cualquier tasca. Ahora que habéis descubierto nuestra música y tratáis de imitarla inútilmente nos negáis acceder a los locales donde vamos a actuar por la puerta principal, nos cobráis por un mísero vaso de agua y nos ofrecéis unos honorarios de mierda comparados con los ingresos que recibís por cada concierto que ofrecemos. Nosotros somos el Black Power y nuestra gente se identifica con nuestra música, el jazz en todo su ámbito, porque ven en ella la furia contenida bajo nuestra oscura piel tras tanto tiempo de desidia hacia nosotros. No defendemos la violencia, sólo queremos la igualdad."

Se oía en la calle el sonido que provenía de una sirena de policía. Estaba claro que alguien les había avisado. Sin embargo, ninguno de los músicos trató de huir. El dueño del garito, escondido detrás de la barra, temeroso ante lo que pudiera ocurrir, había telefoneado rápidamente a la pasma, pero nadie hizo un solo gesto violento, nadie alzó un puño o esgrimió un insulto. En el exterior, una multitud de negros se arremolinaba en la puerta preocupada por lo que pudiera ocurrir a su ídolo. La policía irrumpió con su habitual rudeza mientras todos observábamos atónitos lo que ocurría a nuestro alrededor. Esposaron a toda la banda y los sacaron del local en un abrir y cerrar de ojos. Fuera, la turba gritaba exaltada y se oían claramente los disparos al aire de los antidisturbios.

Me levanté de mi sitio sin terminar el gin-tonic y me uní a mis compatriotas negros.

lunes, 3 de enero de 2011

Veintitrés

23 inviernos me caen hoy. Me voy acercando irremediablemente al cuarto de siglo, pero bueno, no me quiero deprimir pues ahora aún estoy en edad de alegrarme por cumplir años y no de restármelos cuando una chica me pregunta cuántos tengo. Voy a seguir disfrutando del día y a no escribir, que bastante hice esta mañana yendo a estudiar.

Mis mejores deseos para todos

sábado, 1 de enero de 2011

Hasta nunca, 2010

Cuando comenzó de verdad este período de crisis, cuando Lehman Brothers quebró y vimos caer la pirámide que Madoff había ido construyendo en base a la nada, cuando Obama llegó a la presidencia y parecía que todas las esperanzas de la gente de bien iban a verse realizadas, nos dimos cuenta con el paso de los meses de que ninguna de nuestras ilusiones iba a verse cumplida.

Vimos que aquellos culpables de la situación de millones de personas volvían a las andadas, cómo el orden establecido anteriormente se mantenía ahora con restricciones terribles para el ciudadano de a pie. Vimos cómo los derechos laborales conseguidos tras tantos años de lucha se iban al traste no sólo en nuestro país, sino también en otros de nuestro entorno.

Pero sobre todo, lo que vimos aquí fue una sociedad apática, masoquista, suicida. Vimos desde nuestros sofás sin hacer nada por evitarlo, cómo un gobierno que se dice socialista eliminaba de un plumazo nuestras aspiraciones a vivir dignamente, cómo untaban de dinero a bancos y grandes empresas para que repararan sus excesos, su afán de riqueza y avaricia, su puta miseria. Vimos cómo el principal partido de la oposición disfrutaba con todo el trabajo sucio que le estaba quitando de encima el gobierno, cómo sólo ponían trabas a posibles acuerdos y su líder se regodeaba ante sus rivales vanagloriándose de ganar a cualquier candidato las próximas elecciones.

Vimos también cómo prescribían graves delitos de corrupción y cómo los justos, aquéllos que defienden la justicia se han visto obligados a emigrar porque unos fascistas controlan el sistema judicial de nuestro país. Vimos cómo religiosos pederastas se escapaban de la justicia amparados por su líder y cómo un país se derrumbaba definitivamente, encontrándose ahora a la deriva, casi como desde su creación. Vimos la represión en países que se dicen democráticos, pero que no son sino teocracias al servicio de un dios que ya no ampara.

Vimos llorar petróleo al mar, morir aves y peces en una de las catástrofes ambientales más graves de la Historia, vimos cada día en el periódico asesinatos, ataques aéreos entre países vecinos, tensiones que, afortunadamente y por el momento, no pasan de eso.

Vimos irse a grandes seres que lucharon siempre por la libertad, que cantaron a la dignidad y la tolerancia, que usaron la palabra como medio pacificador entre los hombres.

Ahora, en este nuevo año, nos toca tomar ejemplo y aprender de nuestros errores. Nos toca tomar las calles y decirles a los que nos manejan que así no se hacen las cosas, que el verdadero poder reside en el pueblo. Nosotros tenemos la capacidad de hacer caer sus beneficios hasta extremos insospechados, de darles, en una explosión sin parangón, una hostia que no olvidarán en su vida.

Ha llegado el momento y he venido con ganas de dar guerra.

Levantémonos, compañeros.