lunes, 27 de febrero de 2012

Gris Marino

Llego a casa y mi ropa todavía huele a mar. A pesar de que la estancia ha sido corta, aún se puede percibir el aroma a sal y brisa que acaricia la arena de la playa. No importa que ya me encuentre a más de quinientos kilómetros, pues el color grisáceo de la costa cantábrica en los días nublados permanece grabado en mis ojos. Mis huellas todavía deben permanecer frescas en la arena aunque tal vez la marea haya alcanzado en la noche el recorrido que hice hace menos de un día a la orilla del océano. Pero tal vez no sea ésta la mayor sensación de libertad que he alcanzado estos días.

Las gentes que habitan un lugar también forman su paisaje. Son un elemento imprescindible que ayuda a comprender la naturaleza y la vida. Mirando a sus ojos o su forma de caminar comprendemos que sufren los avatares del clima norteño, la niebla casi constante que invade sus costas, la lluvia que baña y rellena la bahía santanderina. No obstante, permanecen altivos frente al clima y como los rayos de sol que en el mediodía de ayer vencieron a las nubes, ellos también desafían al mar y salen victoriosos, como en aquellas expediciones que llevaron a muchos de sus habitantes más allá de donde su imaginación podía abarcar.

No me canso de subir y bajar cuestas, de patear las calles que serpentean junto al mar y terminan siempre llevándome de vuelta al centro y origen de todo. Allí descubro las olas rompiendo con fuerza en una roca que han ido esculpiendo desde mucho antes que el ser humano alcanzara este lugar. Aquí, donde se inició la investigación marina en España durante la segunda mitad del siglo XIX, donde grandes cetáceos decidieron poner fin a sus vidas, puedo decir que me siento feliz y libre cuando una gaviota se abalanza sobre el mar para agarrar su presa, cuando el pequeño pesquero sale de puerto hacia algún lugar más allá del horizonte a faenar, cuando en la noche el sonido del mar se confunde y mezcla con la música que suena en las calles y en los bares, cuando duermo y al despertar, el azul inconfundible del océano está frente a mis ojos.

3 comentarios:

  1. Buenos días Galip Bey. Hermosa bahía de la elegante Santander de Ultramar.Tú también pisaste el suelo mexicano que sus sueños lograron abarcar. Santander indiana. Puerto de Castilla con anhelos de sol,sal y sil del morro de su amada Habana. Un abrazo.

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  2. Si es un relato literario, gracias por transportarnos a esos parajes. Si es real... ¡¡¡qué envidia!!!

    Un abrazo.

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  3. Pues sí, me he escapado un par de días a descansar a Cantabria con mis amigos. Lo hemos pasado en grande y he redescubierto una zona de nuestro precioso país que tenía casi olvidada.

    Abrazos, mis fieles seguidores!!

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