sábado, 24 de noviembre de 2012

Christian Scott. (La música)

Hay músicos que no necesitan cantar para recitar un poema. Solamente precisan de su capacidad para prensar la tecla adecuada, la nota precisa para transmitir un mensaje conciso de tristeza o de amor, de indignación o de lucha. La magia de la música reside a menudo en la proeza de plasmar en una combinación de notas, arpegios, silencios y ritmos el llanto amargo más desgarrador o la felicidad más plena que otorga la confianza ante la certeza del amor verdadero. La música no sólo consiste en tocar sino principalmente en transmitir algo a quien escucha, en establecer el nexo para despertar la empatía en la audiencia. Y a menudo también la música consiste en ir más allá, en adentrarse en las raíces más profundas de tus ancestros para extraer el espíritu de lo que somos y de aquello a lo que aspiramos. Es necesario sobrepasar los patrones marcados, eso sí, sin violarlos, siendo conscientes de dónde venimos para establecer el lugar hacia el que vamos. 

En un mundo en el que estamos cansados de escuchar siempre las mismas canciones, las mismas armonías, las mismas letras estúpidas carentes de trascendencia, es necesario prestar atención a quien tiene claro lo que quiere decir y además, sabe cómo hacerlo. Plasmar el dolor ante la pérdida de todo cuanto tienes debido a la acción violenta y poderosa de la naturaleza, ante el desamparo más atroz en el que se vieron inmersas miles de personas tras la catástrofe causada por el Katrina en Nueva Orleans allá por 2005, supone un ejercicio de estudio profundo para ser capaz de expresar con una trompeta los gritos y las ansias por encontrar un futuro mejor. Calcular la cantidad precisa de aire, el intervalo más adecuado, la figura rítmica más apropiada sobre un colchón armónico tan sobrecogedor, conlleva una enorme técnica y un conocimiento privilegiado del instrumento, en este caso una trompeta.

Christian Scott es el intérprete más brillante de la actual generación de músicos provenientes de Nueva Orleans, cuna del jazz, y anoche tuve la oportunidad de verlo por segunda vez en Zaragoza. Si sus discos son deliciosos, los directos acongojan y despiertan la admiración ante el inmanente sentido musical de este tipo. Me costará recuperarme de este concierto, porque pocas veces había experimentado tantísimas sensaciones encontradas en tan corto espacio de tiempo.

4 comentarios:

  1. Galip, pues mira que a mí no me va el jazz, pero la que has colgado me parece muy bonita.

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  2. No me extraña que te parezca bonita. Es uno de los temas más hermosos que se ha escrito en la historia del jazz. Scott es un músico de los que marcan un antes y un después. Te dejo este enlace por si tienes spotify y tienes ganas de escuchar el disco completo, que es una maravilla. Eso sí, escúchalo, no vale simplemente con oírlo: http://open.spotify.com/album/7L1redTxd0xR0VFM9VVJFs

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  3. Buenos días Galip Bey. Acabas de descubrirme un gran músico, me encanta la introducción que haces y la forma en que me adiestras el oído para trascender y escuchar las notas de un género, un tanto desconcertante, para un cabeza cuadrada como yo; ingeniero Melón y navarro es una combinación que seguro podrás imaginar ;) Miraré por http://christianscott.tv/. Un abrazo.

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  4. Es un auténtico genio este tipo. No tengo ninguna duda de que dentro de unas décadas será un clásico imprescindible, no sé si a la altura de Miles Davis, porque eso son palabras mayores, pero está en el camino.

    Un abrazo, NIP, y disculpa por haber tardado tantos días en responderte, pero no había leído tu comentario.

    ¡Feliz año!

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