martes, 13 de noviembre de 2012

La crisis que nos consume

O llegó abatida a clase. Sus ojos ojerosos trataban de esconder un llanto que debió de prolongarse desde que hacía unas horas le habían comunicado en su empresa la temida noticia. Esas tres letras tan terribles y tan comunes en nuestro país desde hace cuatro años y más todavía tras la última reforma laboral fueron las que llegaron a los oídos de O de una manera personificada: ERE. La seguridad con la que me dijo estas palabras me impactó, pues nunca antes alguien había tenido el valor de reconocer ante mí esta terrible situación con tan poco tiempo para asimilarla.

O llevaba varios meses haciendo horas extra sin parar, muchas de ellas de forma gratuita ya que su empresa no pasaba por el mejor momento. Cuando las cobraba, se alegraba y cuando no, no protestaba, limitándose a cumplir con su cometido ante el miedo a perder su preciado puesto de trabajo. Así llevaba un tiempo guardando dinero para comprarse una batería, pues cuando viene a clase es lo que más le gusta tocar y tenía muchas ganas de estudiar al fin decentemente en su casa para traer las lecciones mejor preparadas. Para mí las personas como O tienen mucho mérito, pues han tenido siempre la inquietud por aprender a tocar un instrumento pero no han visto la oportunidad de realizar sus ilusiones hasta que han sido personas adultas y maduras. Ver esa curiosidad y esas ganas por aprender en ellos me provoca sacar lo mejor de mí como profesor, más todavía teniendo en cuenta que a pesar de no tener mucho tiempo de estudio, el poco del que disponen lo aprovechan al máximo. 

O era el otro día un mar de dudas, un océano de incertidumbres. No sabía qué iba a ser de ella ni durante cuánto tiempo iba a estar sin trabajo. No sabía si podría seguir pagando en unos meses las clases, ante lo cual se hizo un nudo en su garganta, pues a O le encanta la música y le fascina tocar tanto o más que a un profesional, aunque su técnica no sea la mejor, ni su tiempo de estudio sea el suficiente. Lo importante en todo esto es sentirse feliz y completa mientras percute la superficie de la caja o cuando pisa con fuerza el pedal del bombo. A veces le cuesta mantener el tempo, o se atasca a la hora de leer el ejercicio, pero la ilusión con la que sale de clase tras haber resuelto los problemas es una recompensa más que suficiente tanto para ella como para mí.

Me dolería mucho perder otro alumno por el maldito paro -el anterior fue V, quien tuvo que dejar las clases a mitad del pasado curso-, pues esta crisis que cada día se agudiza nos está fagocitando como personas, como seres humanos, haciendo de nosotros zombis que caminan sin saber muy bien hacia dónde dirigir sus pasos, capaces de aceptar cualquier empleo en unas condiciones terribles, inimaginables hace apenas cinco años. No quiero que ninguno de mis alumnos se vea obligado a dejar las clases por no tener dinero para pagarlas. Prefiero cualquier otro motivo, pero éste, nunca más.

3 comentarios:

  1. A ver si hay suerte y no tiene que dejarlo.

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  2. Buenos días Galip Bey. En esta crisis aflora la verdadera humanidad, si se lleva, claro está. La letra O de tanto apretarse el cinturón ha pasado a ser el número 8. Un abrazo.

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  3. Gracias a los dos por vuestras visitas y por vuestros comentarios. Espero de verdad que las cosas se arreglen. Cuando la crisis golpea a la gente que más cerca tienes es el momento en que más la sufres. Espero que de momento a nosotros no nos toque.

    Un abrazo

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