viernes, 14 de diciembre de 2012

El Golpe

-¡Quieto todo el mundo!

El joven irrumpió en el hemiciclo cuando el presidente se hallaba compareciendo acerca de los presupuestos a aprobar para el próximo ejercicio. Estaba tratando en ese momento los recortes producidos en materia social, dejando a un mayor número de personas en situación de absoluta desprotección frente a la exclusión. Se quedó con la boca abierta y la mirada completamente petrificada mientras observaba cómo el joven, pistola en mano, apuntaba hacia el techo y lanzaba tres disparos al aire que produjeron la caída de algunos casquetes de yeso sobre los diputados. Ninguno de los presentes quedaba sentado en su sillón, pues se habían precipitado bajo los escaños, sólo entresacando la cabeza para ver qué pasaba abajo, en la tribuna de oradores. Allí, el presidente había cambiado súbitamente su posición para quedarse hecho un ovillo bajo el estrado, mientras el joven golpista subía los peldaños y apuntaba amenazante al jefe del gobierno. Tomó el micrófono en ese instante y comenzó su discurso:

-Señor presidente, señores y señoras ministros, señores y señoras diputados, no se asusten. Soy un simple ciudadano que ha decidido junto a otros muchos ciudadanos presentarse en este lugar para poner los puntos sobre las íes, para decirles que no soportamos más la presión a la que no están sometiendo, la miseria hacia la que están llevando a su pueblo mientras unos pocos aumentan notablemente sus riquezas al tiempo que llevan sus cuentas bancarias a paraísos fiscales que nadie se atreve a intervenir. Ustedes, que fueron elegidos porque realizaron una serie de promesas -y esto va especialmente dirigido a los miembros del gobierno- han traicionado la confianza depositada por millones de ciudadanos que les votaron pensando que su calidad de vida mejoraría cuando no ha hecho sino empeorar. Ustedes están destruyendo un estado del bienestar que ha costado mucho tiempo construir, ¿es que ya no recuerdan la situación de Europa tras la Segunda Guerra Mundial?, ¿es que nunca han leído acerca de la miseria vivida en los años treinta y las ansias de cambio tras la derrota del nazismo? ¿Desconocen ustedes que la existencia de un sistema de seguridad social universal permitió la reducción a la nada de unos índices de miseria altísimos en nuestros continente que ahogaban las posibilidades de supervivencia del grueso de la población? Está claro que no tienen ni la más remota idea de nuestra historia y por ello están cometiendo los mismos errores que nuestros antepasados más cercanos. Creyeron que la plena libertad de los mercados haría crecer eternamente la riqueza, creyeron firmemente en los dogmas del neoliberalismo como quien cree en los dogmas de una religión. Dejaron hacer a los bancos y las empresas, dejaron que especularan con lo que jamás debieron especular y ustedes se aprovecharon de todo ello. Son irremediablemente cómplices porque no hay más que echar un vistazo al listado de ex-ministros y ex-presidentes que copan las cúpulas de la grandes empresas energéticas de nuestro país o incluso en el extranjero. Han olvidado el verdadero significado de la política, que es trabajar para el bien del ciudadano y no para el suyo propio. Han traicionado los valores de la democracia y por ello estamos hoy aquí, para dictarles unas reformas en base a las necesidades de la ciudadanía, en base al crecimiento acompañado de desarrollo y no sólo de enriquecimiento. Se trata de una legislación estricta que separe de verdad los poderes en nuestro país, una nueva constitución que permita al pueblo ser soberano de sí mismo y no súbdito de los mercados, esos entes que tienen nombres y apellidos aunque a ustedes les produzca pavor mencionarlos. 

Nos acusarán de simplistas, de populistas, de irrealistas, pero la realidad es que ustedes se han visto superados por su propia incompetencia y ya es hora de que los ciudadanos seamos capaces de tomar decisiones por nosotros mismos. Desde hoy queda disuelto este parlamento por orden ciudadana. Nos dirán que esto no es legal, pero tampoco es legal dejarnos sin derechos y empobrecernos a marchas forzadas. Les recuerdo que el Estado se basa en un pacto mediante el cual nosotros acatamos las leyes a cambio de unos derechos y si esos derechos nos son arrebatados, ustedes no tienen legitimidad para obligarnos a cumplir las leyes. Hoy es un día histórico porque al fin el pueblo soberano de sí mismo viene a su casa, que es este parlamento, donde apenas quedan verdaderos representantes. 

Convocamos elecciones a cortes constituyentes para redactar una nueva carta magna que blinde de verdad nuestros derechos y no esta pantomima que aprobaron hace unas décadas. Presentamos también una reforma de la ley electoral para que cada voto, sea emitido desde donde sea, valga lo mismo a la hora del escrutinio, una reforma que permita al ciudadano votar a una persona y no a una lista dictada por los órganos de los partidos, pues deseamos que los políticos se desvivan por el ciudadano y no por su partido. Los escaños habrá que ganarlos en la calle y no en sus sedes, donde sólo se respira competencia entre compañeros por alcanzar el poder.

Se trata del primero de muchos pasos, por supuesto, pero somos conscientes de que para cambiar este país, para cambiar este modelo, necesitamos empezar por los cimientos sobre los que se asienta. Anhelamos una nación de la que sentirnos orgullosos, una nación que nos acoja como hijos y no que nos obligue a partir al extranjero para tratar de ganarnos la vida, una nación llevada por gente honrada que rinda sus cuentas ante los ciudadanos y que gobierne por y para ellos. 

Por ello, les exhorto en mi nombre y en el de toda la ciudadanía a cambiar el rumbo. Les pido disculpas por los métodos que he tomado hoy, pero está claro que inundar las calles cada semana no parece suficiente. A veces hay que usar métodos expeditivos para ser escuchado y está claro que a ustedes hay que hacerles bajar de la burbuja en la que están instalados para que vean la realidad de su ciudadanía, una ciudadanía que pierde sus casas, sus trabajos y sus sueños, una ciudadanía que cada día tiene menos que llevarse a la boca. 

Ahora son ustedes los que deben recoger el guante. 

No se preocupen, ya me marcho. Pueden seguir discutiendo sobre quién lo hizo peor mientras estaba en el gobierno, sobre cómo privatizar el sistema sanitario para otorgar su explotación a algún amigo o sobre cómo poner más zancadillas a la comunidad de un país que necesita ayuda urgente. Si no cambian el rumbo, les advierto que el hambre dará lugar a revueltas y revoluciones, así que ustedes verán hacia dónde dirigen sus pasos. 

Me voy, pero espero dejar en ustedes la profunda huella de una ciudadanía harta.


En ese instante, lanzó una mirada de lástima al presidente, que seguía presa del pánico. En el fondo son una cuadrilla de cobardes, pensó, en cuanto oyen dos disparos te aprueban cualquier propuesta de ley que presentes. Hay que ver...

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