lunes, 28 de junio de 2010

Urbe taimada

La ciudad permanece silenciosa. A estas horas de una noche dominical, soy una sombra que se arrastra por las calles entre inertes bloques de ladrillo y hormigón. Las ventanas se burlan de mí ante mi paso y las persianas cerradas de los comercios condenan esta osadía nocturna. Estoy solo. No hay nadie más despierto. Cada rincón de Zaragoza es mío. El silencio sólo es interrumpido por el leve sonido de mis pisadas. Sin embargo, la sensación de impunidad no es comparable a la soledad que siento. Te imagino lejos, sola y con un poco de suerte, pensando en mí. Pienso entonces en la felicidad que me produce estar juntos, en la satisfacción proporcionada por tu presencia. Trato entonces de entrar en el bar cuya persiana permanece todavía entreabierta, pero no hallo al otro lado permiso de admisión. Prosigo mi caminata hasta mi hogar. Me desnudo, deshago una vez más la cama y caigo rendido entre las sábanas, dejando que la gravedad ejerza toda su fuerza en mí. Cierro los ojos, pienso en ti. Me quedo dormido.

¿Dónde estás?

3 comentarios:

  1. Hola Galip.
    Fantastica narracion de añoranza en las calles de Zaragoza.
    Piensa que lo que falta un dia, en otro llega.
    Un abrazo, amigo.
    Ricard

    ResponderEliminar
  2. estaba esperandote..pensando en ti.como siempre.

    ResponderEliminar