jueves, 6 de enero de 2011

El concierto

Me encontraba una noche de abril de 1955 en una pequeña sala de conciertos de Detroit, Michigan, Estados Unidos de América. Sobre el escenario, una banda de jazz compuesta exclusivamente por músicos negros deleitaba a un público completamente entregado. El trompetista desgranaba las notas de un solo mientras el gin-tonic de mi vaso disminuía en cada sorbo. Podía ver la cortinas armónicas que describía junto al piano, mientras batería y bajo marcaban una férrea línea rítmica, una base que iba del swing al bebop con una naturalidad comparable a la de un río que dibuja de repente un acentuado meandro en su cauce.

Poco a poco se aproximaba el final de la pieza. En ese instante, el trompetista, un tal David Miles, agarró el vaso de agua del que había estado bebiendo toda la noche y lo arrojó al suelo con una furia inusitada. Se hizo un silencio absoluto. Los demás músicos permanecieron completamente quietos, a modo de grupo escultórico, mientras su líder mantenía una mirada fija y enfurecida hacia el público, compuesto exclusivamente por blancos.

"Vosotros, que vivís cómodamente en hogares de película, que no tenéis problemas para llegar a fin de mes, os reís de los negros cada día, segregáis a mi raza, una raza si cabe más americana que la vuestra, pues nosotros llevamos siglos trabajando vuestras tierras mientras los blancos os dedicáis a rezongar en el sofá o en cualquier tasca. Ahora que habéis descubierto nuestra música y tratáis de imitarla inútilmente nos negáis acceder a los locales donde vamos a actuar por la puerta principal, nos cobráis por un mísero vaso de agua y nos ofrecéis unos honorarios de mierda comparados con los ingresos que recibís por cada concierto que ofrecemos. Nosotros somos el Black Power y nuestra gente se identifica con nuestra música, el jazz en todo su ámbito, porque ven en ella la furia contenida bajo nuestra oscura piel tras tanto tiempo de desidia hacia nosotros. No defendemos la violencia, sólo queremos la igualdad."

Se oía en la calle el sonido que provenía de una sirena de policía. Estaba claro que alguien les había avisado. Sin embargo, ninguno de los músicos trató de huir. El dueño del garito, escondido detrás de la barra, temeroso ante lo que pudiera ocurrir, había telefoneado rápidamente a la pasma, pero nadie hizo un solo gesto violento, nadie alzó un puño o esgrimió un insulto. En el exterior, una multitud de negros se arremolinaba en la puerta preocupada por lo que pudiera ocurrir a su ídolo. La policía irrumpió con su habitual rudeza mientras todos observábamos atónitos lo que ocurría a nuestro alrededor. Esposaron a toda la banda y los sacaron del local en un abrir y cerrar de ojos. Fuera, la turba gritaba exaltada y se oían claramente los disparos al aire de los antidisturbios.

Me levanté de mi sitio sin terminar el gin-tonic y me uní a mis compatriotas negros.

3 comentarios:

  1. ... La noche no había hecho más que comenzar."

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  2. En seguida me sumerges en un sueño pleno de sonidos, sabores y gentes que me avivan el rostro de Martin L.K. mientras deambulo por la oscura noche social de los Estados en la capital del automóvil.

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