jueves, 19 de mayo de 2011

#Acampadazgz

Eran más o menos las tres de la mañana. En la mente de todos estaba todavía presente el lío montado durante la última asamblea, o comisión, o lo que fuera aquella jaula de grillos. Estaba claro que se habían hecho las cosas mal. Los anarquistas defendían el no a todo lo que suponga la política, los comunistas apostaban por su opción, los de derechas veían con buenos ojos la reforma del sistema democrático, así como los izquierdistas más moderados. Parecía que se había alcanzado un consenso más o menos unánime reflejado en diez puntos comunes, los cuales se iban a convertir en el argumentario de la protesta encabezada por los jóvenes zaragozanos acampados en la plaza del Pilar. Sin embargo, las divergencias parecieron vencer. La cordura dio paso a la intransigencia, las facciones se enfrentaron dialécticamente entre sí, elevando el volumen y la temperatura del debate. Algunos trataban de poner un poco de orden pero resultaba imposible, los ánimos estaban exaltados. En este punto sentí una profunda tristeza, pues la esperanza de hallar un camino común para alcanzar un fin justo para todos parecía abocada al fracaso.

Al fin, alguien todavía con cierto grado de lucidez en su cabeza -era más de la una de la mañana- tomó el megáfono y abogó por dejar la discusión en pausa hasta la siguiente asamblea. Todos estábamos de acuerdo, la situación no iba a llevarnos a nada bueno y bastantes problemas tenemos como para además enfrentarnos entre nosotros. El numeroso grupo -unas trescientas o cuatrocientas personas- se disolvió y cada uno tomamos asiento en torno a nuestros grupos de amigos para proseguir la noche.

Poco a poco, mientras algunos cantaban al calor de una guitarra y otros dormitaban tumbados en sus tiendas de campaña o al raso, un pequeño corro de jóvenes se fue gestando de manera espontánea. Pronto empezó a funcionar como un imán, atrayendo hacia sí a todos los manifestantes que aún quedábamos despiertos a esas horas. Vimos que la anterior reunión había sido un fracaso. Necesitamos la ayuda de todos para vencer y discutir en el tono en que lo habíamos hecho no iba a llevarnos a ningún sitio. Nos encontrábamos de nuevo tratando de encontrar los puntos hacia los que dirigir nuestra lucha y a pesar de las buenas ideas, algunas eran difusas.

De repente, un señor de unos cincuenta años irrumpió en el debate. Nos exortó a centrar nuestros objetivos en un solo punto, pues ante la variedad ideológica existente en nuestro grupo, tratar de hallar varios apartados comunes es casi una quimera. Ese nexo de unión debe ser la Ley Electoral. Para que haya un cambio político de verdad en este país, cada voto de cada ciudadano, sea de donde sea, viva en la ciudad más grande o en el pueblo más pequeño, debe valer lo mismo. Sólo así se romperá el bipartidismo. Sólo así habrá de verdad un parlamento plural en el que los ciudadanos tengamos algo que aportar mientras los políticos se preocupan por aprobar aquello que nos han prometido. El actual sistema electoral es injusto, no trata cada voto de cada español por igual. La mayoría apoyamos este punto, a pesar de que algunos piensan que este consejo, al provenir de un adulto, parece casi una imposición. Por mi parte, sólo puedo decir que me gusta escuchar a los mayores, pues ellos han vivido en sus carnes protestas de un carácter parecido a la nuestra y seguramente habrán cometido errores como los que nosotros estábamos cometiendo.

En este punto, el debate se animó. Comenzamos a hablar de la influencia que tiene la banca en la política, la necesidad de reformar la financiación de los partidos, pero sobre todo, la reforma del sistema electoral. Aunque unos pocos divergían, parecía que nos acercábamos a esa piedra de toque capaz de unirnos a todos (o a casi todos) para enfocar de una manera precisa nuestra lucha. Un compañero leyó los tres puntos que se habían aprobado en la asamblea celebrada en Madrid, observando cuánto tenían en común con lo que estábamos hablando en ese instante: reforma de la ley electoral, separación real de poderes y leyes que afectan a políticos y partidos.

Nos insuflamos un ánimo necesario al darnos cuenta de que no estamos solos. Otros jóvenes -y no tan jóvenes- indignados, se hallaban en ese mismo instante hablando en Madrid, en Barcelona, en Valencia y en otras tantas ciudades españolas. La cantidad de jóvenes cada día era mayor, además, la decisión de la Junta Electoral de Madrid, que horas antes había declarado ilegal la concentración en la Puerta del Sol, supuso la excusa perfecta para salir a la calle y mostrar nuestras reivindicaciones. Porque ya estamos hartos. Porque necesitamos cambios. Ahora.

Cuando nos dimos cuenta, ya eran las seis de la mañana. Habíamos estado toda la noche en vela y el cielo empezaba a ofrecer el primer atisbo del nuevo día. Estábamos orgullosos de haber sido capaces de debatir durante más de tres horas sin levantar la voz, respetando nuestros turnos de palabra, aplaudiendo con graciosos movimientos de manos y brazos -no queríamos molestar a los vecinos- las palabras de nuestros compañeros con las que estábamos de acuerdo.

Anoche nos dimos a nosotros mismos una lección de respeto y tolerancia. Aprendimos que ceder es necesario para alcanzar un acuerdo, pero no por ello ponemos en duda nuestros principios.

Nos fuimos a dormir, rendidos ante la intensidad dialéctica de la noche. El nuevo día nos ofrecería una nueva oportunidad de seguir reivindicando una democracia más justa.

4 comentarios:

  1. Muestras sabiduría.
    Un fuerte abrazo, si buscan Justicia y Paz os respaldarán hasta los octogenarios así que mucho
    ¡Ánimo muchacho!.

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  2. Gracias, NIP. No sólo necesitamos el respaldo de los octogenarios, también el de toda la población, pues a todos nos afecta este sistema injusto. El bipartidismo con pactos puntuales con nacionalistas es una grave enfermedad que acabará llevando la democracia que tanto esfuerzo nos ha costado lograr al fracaso. La gente está muy desengañada.

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  3. Así se hacen las cosas. Si no se encuentran rápidamente unos pocos puntos en los que centrarse y se los dota de legitimidad (eso ya no se cómo), esto se deshará como un azucarillo. De momento, protestamos por protestar, pero si hay unas exigencias claras, la cosa también estará clara.

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  4. Me alegro que por fin se aclare un poco la línea de protesta. Pero que tipo soluciones propone la asamblea para esas reivindicaciones?

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