viernes, 21 de octubre de 2011

El sueño de un pueblo

La última bala que atravesó la sien de aquel ser inocente supuso un antes y un después en el día a día del pequeño pueblo situado entre montañas. Las miradas se volvieron frías, las palabras, parcas y los gestos dolían como cuchillos. Los pocos habitantes hablaban sólo con los que pensaban como ellos, procuraban no aproximarse a esos que eran de tal o cual partido y dos concejales empezaron a guardar el coche en su plaza de garaje y a mirar cada día los bajos antes de ir a trabajar. 

Arkaitz es uno de esos concejales. No vamos a decir de qué partido pues es algo secundario. Desde aquel maldito día, hace ya casi veinte años, sus vecinos dejaron de hablarle, sus amigos cambiaron y sus hijos comenzaron a tener problemas en el colegio. No podía confiar en casi nadie y es que en un pequeño pueblo de no más de trescientos habitantes tener vida privada es poco menos que una quimera. 

A pesar de todo, de los rumores que le marcaban como próximo objetivo, de las presiones a las que se veía sometido cada vez que se cruzaba con según quién cuando iba a comprar el pan, Arkaitz no había renunciado a sus ideas ni a ser la voz de los escasos habitantes del pueblo que le habían apoyado pocos meses antes en las urnas. El agradecimiento de esos pocos y la certeza de estar haciendo un buen trabajo por la vida de los suyos le mantenían al pie del cañón, luchando por ser libre de opinar como quisiera, pues al fin y al cabo había nacido en el seno de una democracia recién parida y nadie iba a impedirle pensar como piensa.

Anoche Arkaitz lloró de emoción cuando escuchó la noticia del fin de la violencia. Él se lo cree. No le hace falta escuchar a periodistas que dicen que todo ha terminado ni a otros que dicen lo contrario. Él lo intuía de antemano. Lo sabía porque tantas operaciones policiales contra esa panda de terroristas sólo podían debilitarla, porque era cuestión de tiempo que las fuerzas de la democracia demostraran que son mucho más fuertes que las violentas. Acaba de leer el comunicado en la edición digital de un periódico de tirada nacional. Cree que faltan muchas cosas por decir, mucho perdón que pedir y muchos delitos que pagar. Cree que a este gobierno y al próximo que venga le tocará tener mucha paciencia, saber escuchar con calma a quienes antes mataban y ahora se ofrecen a hablar, pero sabe que deberá tener mano dura y mucho cuidado para no dejarse avasallar por esos asesinos. En su recuerdo permanecía imborrable el rostro joven de su amigo asesinado. Recuerda aquel día como si hubiera ocurrido todo unas horas antes. Se encontraba pasando un día feliz con Ander, concejal de su mismo partido en un pueblo muy cercano. Cuando cayó el sol se despidieron y al llegar a casa escuchó en la radio mientras se duchaba, la noticia del asesinato de su amigo. Aquel día cambió todo en el pueblo. Las escasas tensiones que había hasta entonces se convirtieron en acaloradas discusiones que desembocaron en el silencio más terrible que un ser humano puede imaginar. El dolor llenó la vida de Arkaitz y desde ese instante se comprometió a defender sus ideas de una manera democrática sin importar las consecuencias. Su mujer, en aquel entonces su novia, trató de disuadirle, pero sus convicciones eran demasiado fuertes como para acobardarse ante una cuadrilla de asesinos. Así continuó su lucha pacífica junto a otros muchos compañeros. Así continuó hasta este día.

Ahora, en la soledad que le da la noche frente a su ordenador, Arkaitz sueña con salir mañana a la calle y no encontrarse malos gestos ni miradas heladoras, sino manos tendidas. No es tonto y es consciente de que eso aún tardará en llegar. Las heridas son grandes, las ideas tardan en cambiar y más las radicales, pero él va a hacer todo lo que pueda porque en su tierra cualquiera pueda expresar su opinión sin miedo a represalias. Recuerda a Ander y le cuenta emocionado que por fin todo terminó. Sueña con vivir en paz, algo que no debería ser un sueño en un país democrático, sino una realidad en mayúsculas.

1 comentario:

  1. Buenos días Galip Bey. Me gusta como escribes. Aquí en España la pesadilla que sufrimos es el terrorismo, algo más concreto que un acto humano ó que una violencia.Lo peor es el odio de quienes no piden perdón y de los que no perdonan.Un abrazo.

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