viernes, 17 de febrero de 2012

En tiempos de guerra

Se había roto el silencio del mismo modo que el mar rompe con fuerza en el acantilado. Tras unas horas en las que había reinado una calma absoluta, el sonido de las sirenas dio paso a caras de preocupación, pasos precipitados y carreras hacia el refugio más cercano. Nadie miraba, nadie sentía, nadie preguntaba a quien tenía al lado si necesitaba ayuda. Cada cual sabía lo que tenía que hacer en ese instante pues el protocolo era estricto ante situaciones de emergencia.

El estridente rugido de alarma causaba un dolor de cabeza atroz, una jaqueca insufrible que obligaba a los escasos viandantes a taparse los oídos con las manos, con papel o con lo que tuvieran más cerca. Algunos, previsores ante la reiteración de la señal un día tras otro, ya habían salido de casa con tapones en los bolsillos que les ayudaban ahora a amortiguar el acoso del agudo ruido.

Ruido de guerra, ruido de incertidumbre ante lo que ocurrirá tras el bombardeo o siquiera si llegará en algún momento. La espera en los sótanos y refugios a las explosiones era casi peor que los temblores y desprendimientos de polvo y escombros causados por ellas. El silencio construido con la fuerte respiración de unos y otros, cuyas miradas iluminadas por el miedo cortaban la oscuridad reinante en el subsuelo, amortiguaba el eco de las sirenas y el estruendo de los misiles al caer sobre las calles de la ciudad desolada por el odio y la muerte.

Cuando cesan durante cinco segundos las explosiones, cuando parece que ésta ha sido la última, que no va a haber más, la penumbra brilla con un suspiro colectivo. Los abrazos construidos durante el ataque, férreos como raíces que se adhieren al subsuelo en busca de agua, encuentran su preciado líquido en el amor y la esperanza ante la supervivencia. Son el símbolo de que la condición humana no se pierde en las situaciones más graves, de que nuestra única pertenencia, más allá de banderas, es el amor por y de quien nos rodea. En medio del caos sobrevive siempre esa llama como una chispa milagrosa incólume a la lluvia, al frío o al viento.

Y ese amor es ilimitado, polisémico, multifacético. Nos refugiamos en él como si fuera la más cómoda almohada. Algunos le llaman "ideales", otros "familia" (en todas sus variantes) y otros "dios" (con múltiples nombres y acepciones), pero el amor termina siendo la esperanza de todos. Lo último que se pierde.

6 comentarios:

  1. El amor es ilimitado, polisémico, multifacético. Qué verdad.

    El amor es lo único que resistirá a la prueba del fuego. O, dicho de otro modo, el amor es el único antídoto contra la muerte.

    Un abrazo (en percusión de redoble).

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  2. Así es, múltiples formas para lo mejor que hay en la vida.

    Un abrazo grande!!!

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  3. Buenos días Galip Bey. Una buena obra musical es tal vez la mejor batalla para hablar del amor que esperanza todo.Un abrazo. NIP

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  4. Wow Galip!! Gracias por cada artículo. Y "Que las horas se llenen de olas"... es tuya?? me tienes que enseñar a escribir poesía. La elegía a tu abuelo me emocionó, recordándome al mío.

    1 abrazo cálido desde el gélido invierno alpino!!
    J.

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  5. NIP, tienes razón. La música siempre es un buen refugio en el que encontrar el amor, aunque también puede despertar en nosotros muchos otros sentimientos. Es algo tan mágico que a veces no parece creado por el hombre.

    Y J, muchas gracias por visitar este pequeño rincón de la red. El poema que mencionas lo escribí hace unos años y no sé qué consejo darte para escribir poesía. Tal vez, practicar y leer mucho a los maestros. No sólo a Lorca, Hernández, Aleixandre, sino viajar un poco en el pasado hasta Lope, Góngora o Quevedo y por qué no, incluso hasta Marcial, un buen paisano de la antigua Bilbilis. Cruzar el charco hasta América Latina donde encontrarás a grandes maestros como Huidobro, Paz, Gelman, Parra o Benedetti e incluso intentarlo con poetas de otras lenguas. Aunque te digo que no me gusta mucho leer traducciones, pues creo que pierden parte de su esencia. Y otro consejo, es que pienses también en la música intrínseca en la poesía. Sin duda, lo hace todo más sencillo.

    Abrazos a todos y gracias de nuevo por vuestras visitas.

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    1. Ah, J, me alegra mucho que te gustara la elegía a mi abuelo. La hice como homenaje a él, pero también pensando en tantos hombres que han dedicado su vida a la tierra. Usé, como casi siempre, un lenguaje sencillo y fácilmente comprensible, pues entiendo que la poesía debe ser cercana a todos para que el mensaje llegue a cuanta más gente, mejor.

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