Yo no quería perro. No lo quería y sabía por qué. No obstante, tanto mis hijos como mi mujer andaban locos por uno y ante la insistencia, día tras día, noche tras noche, accedí a comprar uno. Sin embargo, yo seguía sin quererlo y sabía por qué. Porque ahora, soy yo quien debe sacarlo todas las noches a pasear. Soy yo quien ve reducido su poder adquisitivo para poder comprarle la comida al animal, pagar las consultas al veterinario y las vacunas. Lo más triste es que ahora, cuando llego a casa, el único miembro de mi familia que viene corriendo a recibirme a la puerta es él. Suena gracioso, pero sabe que lo voy a sacar a pasear y se acerca armando un gran alboroto por el pasillo, dando grandes zancadas, ladrando. Me rodea varias veces y yo trato de zafarme, dándole una ligera patada. Es imposible. Sigue girando, acompañándome al baño y os puedo asegurar que es muy difícil apuntar mientras tienes un animal dándote vueltas alrededor y empujándote. El caso es que ninguno de mis hijos responde afirmativamente cuando les animo a pasear al perro junto a mí, viéndome solo cada noche, acompañado únicamente del animal.
Cuando caminamos, me mira y se acerca cuando no presto atención a sus ladridos. Mueve graciosamente el rabo en cada paso, e incluso alguna señora se me acerca para preguntarme de qué raza es. No tengo ni idea, ni me he molestado en averiguarlo. "Es un canis modiglianis" les digo, y me quedo tan ancho. Me cuesta más sacarlo cada día. Me aburre, me desespera, me agota. Sin embargo, aunque suene paradójico, me quiere. Pero mira que me cae mal.
Un desamor no correspondido.
ResponderEliminarTe puedo asegurar que es un amor no correspondido totalmente real :P
ResponderEliminar