lunes, 22 de febrero de 2016

La corrupción

El hedor era insoportable. Se extendía como un mal endémico, entre las grietas de un edificio a punto de desplomarse. Sus habitantes trataban de taparse unos a otros sus miserias como podían, pero era ya demasiado tarde para detener el colapso. Ante los medios aseguraban que estaban haciendo cuanto estaba en su mano para expulsar a los miembros corruptos de su organización, pero en realidad se pisoteaban unos a otros por conseguir un buen sillón donde quedar alejados de cualquier juez que pudiera lanzar sobre ellos la sombra de cualquier duda. 

Lo habían tenido todo durante cuatro años y ahora, a pesar de haber ganado las últimas elecciones, a pesar de haber nombrado cargos de confianza en las fuerzas de seguridad del Estado y en otras instituciones que debían proteger su honorabilidad, cada día estallaba un nuevo caso de corrupción o se producía una detención relacionada con alguna operación ya iniciada.

La excusa de las manzanas podridas estaba muy manida y algunos investigadores hablaban ya de organización criminal, a lo que ellos respondían airadamente que se trataba de falsas acusaciones y se querellarían contra cualquiera que pusiera en cuestión su buen gobierno. Al fin y al cabo, los electores habían vuelto a votarles mayoritariamente, aunque esta vez era distinto, pues ya no sumaban suficientes escaños como para formar gobierno y sabían que nadie, salvo quizá un partido naranja con cuyos escaños tampoco les salían las cuentas, les apoyaría.

Sin embargo, seguían defendiéndose con uñas y dientes, atacando duramente a nuevos partidos que pretendían arrebatarles unos privilegios que ostentan desde que sus padres, fieles bufones del dictador, les dieran en herencia un país para que siguieran actuando con total impunidad. Sembraban la discordia con cada declaración e insultaban y mentían sin reparo con tal de hacer ver que ellos eran quienes debían seguir en el poder, como si el resto de partidos debieran votarles por inercia.

Están debilitados y lo saben, pero no dudarán en usar cuanto esté en su mano con tal de no caer.

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