viernes, 23 de abril de 2010

Hechizo

Eres tímida. Tímida y adorable. Sólo tú podrías hacerme estremecer con una mirada tras haber evitado mis ojos sólo por ser tímida. Nadie más me haría obtener un placer tan grande únicamente con una sonrisa, con una mueca de felicidad. Está claro que conoces el secreto de la magia, el misterio intrínseco del corazón, las palabras breves y concisas que atestiguan una pura sensibilidad.

Las caricias son muestra externa de estas virtudes, pues cuando se unen nuestras manos pones en ello tu mayor dedicación, observando con mirada perdida los movimientos dibujados por tus manos, sintiendo el tacto de mi piel, logrando desatar en mí un impulso casi irrefrenable.

No temes el silencio. Poco importan los minutos sin palabras, sin banales frases que carecen de significado. Yo también lo prefiero. Caminas con los ojos clavados en el vacío, dando vueltas y más vueltas a no sé muy bien qué pensamientos, y eso a veces me inquieta. Sin embargo, a mí tampoco me cuesta demasiado caer en un estado de total ensimismamiento, así que procuro no inmiscuirme en tus cavilaciones. La mente camina por senderos inescrutables.

Los labios se unen y entonces todo es frenesí. Se acaban las penas, se muere el llanto, se cierran los ojos... Sólo queda lugar para el sabor. Los fluidos se entremezclan dando pie a una macedonia de gustos. Los besos son suaves, casi podría decirse que se trata de caricias ejecutadas por la boca. Se humedecen los tejidos labiales mientras se acaba el mundo. Nada más existe. El instante es breve a la par que eterno. Todo es etéreo, idealizado, imaginado. La realidad se reduce a ti., pudiendo desaparecer todo lo demás sin que importara lo más mínimo.

Ahora debes partir cual cenicienta vestida de gala antes de que se acabe el hechizo. Ese hechizo del cual yo no puedo librarme. Parece que he caído irremediablemente.



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