lunes, 24 de mayo de 2010

Silencio


Al final del tercer movimiento, cuando la música se interrumpe brevemente y el mayor momento de tensión ha pasado, ella me mira, sonríe y susurra un "te quiero" tan débil que sólo llega a mis oídos.

Sin tiempo de reacción, la miro con ojos de cordero y ella devuelve rápidamente la vista al piano. Sus manos se sitúan de nuevo sobre el teclado y comienza a sonar un nuevo movimiento.

Entonces todo es maravilloso.

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