El pequeño iba golpeando el parche con sus baquetas rítmicamente. Estaba haciendo música. No había notas, pero el ritmo y los matices eran suficiente para crear una atmósfera especial, mística, extraterrestre. Cuando concluyó su ejecución, me miró y se tiró un pedo.
Arriba los peques. Que no dejen nunca de existir.
ResponderEliminarAbrazos, campeon.
Ricard
Ese pedo en este microrelato ha sabido a gloria... Gracias.
ResponderEliminarMuchacho, soy Dani, tu vecino, y ex-compañero de colegio y Universidad.
ResponderEliminarAcabo de descubrir tu blog y la verdad es que estoy leyéndolo entero, pero me ocurre que es un poco tarde. Seguiré mañana, que me has dejado enganchado. Te paso el mío: www.diariopocometodico.blogspot.com, y si quieres hacer un buen uso de él, descárgate todos los discos que quieras. Tienes para elegir. Ciao!!!