lunes, 28 de marzo de 2011

El Fuego

La llama permanecía encendida en el interior de la urna. Situada en la azotea de la casa, una hendidura permitía al oxígeno mantener vivo el fuego, pues por todos es sabido que sin oxígeno no hay combustión posible. Ni vida.

La niña ascendía todas las mañanas antes de partir hacia la escuela a comprobar que todo seguía como el día anterior. La continuidad del destello se hacía visible nada más abrir la puerta que daba a la azotea, pues aunque pequeña, la fuerza del fuego primigenio era inimaginable.

Pero una noche un tifón alcanzó la costa, destruyendo cuanto se encontraba a su paso. La niña pasó la noche en el sótano de la casa junto a sus padres. Cuando la calma regresó a la ciudad, subió a toda prisa las escaleras, precipitándose como un caballo desbocado hacia la azotea.

Cuando llegó, los restos de la urna estaban esparcidos por el suelo, mezclados con cartones, tejas, envoltorios de chicle, polvo estelar, antenas y libros. El fuego había desaparecido y con él el recuerdo vivo de sus ancestros.

Sus ojos se cerraron y jamás volvieron a abrirse.

4 comentarios:

  1. Madurar Galip Bey muchas veces implica no poder volver a mirar con aquellas niñas de ayer, ojalá una mañana al despertar te prenda entero el Fuego de dos frescas lágrimas de fe.Un abrazo.

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  2. Mi maduración supuso la pérdida de mi fe y la visión de un mundo lleno de injusticias en el que no hay lugar para Dios salvo para encontrar consuelo y respuesta a aquellas preguntas que aún no podemos responder, pero a las que pronto encontraremos explicaciones racionales. Tuve fe hasta que fui capaz de pensar por mí mismo.

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  3. Seguramente entonces te diste cuenta que el sembrador de justicia debes ser tú, cada uno mi amigo, las preguntas más interesantes las responde por completo Dios con nosotros.Un fuerte abrazo.

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  4. Dios es la respuesta fácil. Me gustan los retos.

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