domingo, 3 de abril de 2011

Certidumbre

No era cierta. Su mirada no era cierta. Su sonrisa tampoco. Sólo un conjunto de acciones orquestadas, pautadas con antelación en algún oscuro calabozo de Abu Ghraib. Durante el paseo se mostró demasiado amable, demasiado condescendiente respecto a mis palabras. Y todo era mentira. Detrás de su dulzura había una trampa inevitable, un canto de sirena apagado por el sonido eterno de un agua que fluía bajo nuestras pisadas.

El río no era profundo. Caminábamos sobre sus aguas sin llegarnos a mojar los pies en su totalidad. Ella asentía mientras yo le hablaba acerca de mi novela. Buscaba en sus palabras un consejo que me ayudara a salir de mi enquistamiento, pues ya llevaba tres meses en un punto sin retorno.

Pero ella sólo sonreía y decía sí a todas las ideas que rondaban mi cabeza. Solté su mano y empecé a caminar paulatinamente más aprisa hasta que llevé la suficiente velocidad como para considerar que estaba corriendo. Mis pisadas cortaban la uniformidad innata del agua, expandiéndose las ondas como los armónicos de una cuerda al ser pulsada. Giré mi cara para ver si ella me seguía pero mi vista no alcanzaba a verla.

Cuando paré, el agua cubría mis piernas sólo hasta las rodillas pero mi ropa estaba completamente mojada. Decidí quitármela y hundir mi cuerpo en el lecho del río. El agua era pura, podía pintarla de azul en un mapa sin miedo a equivocarme. Cuando sumergí mi cabeza, su voz vino a mis oídos con una claridad total. Entonces supe que ella me amaba.

1 comentario:

  1. Es maravillosa la analogía entre la pisada a cada paso del camino y la música, cada movimiento pone a vibrar el mundo musicalmente, muy bello. La certidumbre en el amor es verdadera pero muy frágil.Un abrazo.

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