martes, 28 de junio de 2011

Si tú me dices...

Hay mañanas en las que las legañas copan tus pestañas cuando el teléfono suena y penetra en tus oídos como la mayor de las torturas. Todavía torpe, agitas tus brazos tratando de hallar con tus manos ese pequeño objeto entre la maraña de libros y discos desperdigados por tu mesa. Por fin lo encuentras, pero te das cuenta de que a pesar de tener los ojos abiertos no ves nada. Debes frotártelos con tus dedos para despejarlos de cualquier mucosidad y entonces consigues vislumbrar en la pantalla quién trata de hablar contigo a estas intempestivas horas. El teléfono no aparece registrado en tu agenda y tu voz grave, reseca, responde con curiosidad ante el desconocido. La voz te exhorta a levantarte, amenazándote con molerte a palos en caso de no hacerlo. Apartas tus sábanas con una rapidez inusitada, saltando de la cama como si alguien te hubiera tirado un cubo de agua fría en la cabeza, totalmente aturdido. El teléfono se ha caído al suelo, la llamada se ha perdido y ahora no sabes cómo continuar. Estás de pie a las siete en punto, una calurosa mañana de junio. Los termómetros marcan treinta grados y probablemente a mediodía alcanzarán los cuarenta. Miras la cama vacía, abierta, esperando ser ocupada de nuevo por tu cuerpo, pero la amenaza que acabas de escuchar te taladra la cabeza como el peor de los maleficios. Estás a punto de tumbarte cuando suena el teléfono. "No puede ser", piensas, pero sí. Está ocurriendo. Aun con la batería en la otra punta de la alfombra, en el aparato suena la suave melodía de Yann Tiersen que usas como tono. Al principio te asustas, pero finalmente te agachas y respondes la llamada con voz prudente, inevitablemente intranquila. Ahora te obliga a limpiar la casa para que esté como los chorros del oro cuando vuelva tu mujer. Te pones enseguida manos a la obra. Barres, friegas y limpias el polvo casi a la velocidad de la luz. Cuando terminas tu tarea, escuchas de nuevo el aparato. En esta ocasión, debes llenar la bañera con agua caliente y pétalos de rosa. Le dices a la voz, asustado, que no tienes tantas flores en tu casa, pero la única respuesta es que debes hacerlo sí o sí. Suerte que en el patio hay rosales de sobra, pero a los vecinos no les hará ninguna gracia encontrarlos descabezados cuando bajen a pasear. Te la sopla. Lo primero es lo primero. Una vez has materializado el disparate, te sientas en el sofá a punto de llorar. No entiendes qué está pasando. Tú sólo estabas durmiendo en tu primer día de vacaciones y a alguien le dio por amargarte la existencia. Ahora suena el timbre de tu piso. Abres. Tu mujer sonríe y te abraza tras días sin verte. No te importa si le fue bien en el congreso. La desnudas liberado de toda tensión -ella no puede desnudarte a ti porque ya lo estabas- y le haces el amor totalmente entregado. Cuando terminas, ella comienza a reírse y te pregunta, "entonces, ¿está listo mi baño de pétalos de rosa?"

2 comentarios:

  1. Buenas tardes Galip.Me acordé con la intriga de la trama de los famosos memes familiares "recuerda que el Lunes es el cumpleaños de tu tía Eugenia", "No olvides la cena de hoy" y demás post-it sonoros caseros, sólo que vía Vodafone tiene un puntillo de terror sabroso.Al final como sospechaba, tanto post-it lo hacen sólo por jo..

    lines Galip ¡Vaya obra más reveladora!

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  2. Qué comentario tan enigmático, NIP. Me alegra saber que te gustó esta entrada. Un abrazo!

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