lunes, 17 de agosto de 2009

Reflexión tras Estambul

A menudo me pregunto por qué soy tan desafortunado últimamente. Sin embargo, otras veces pienso que la vida te da pocas veces dos oportunidades y en esta ocasión debería aprovecharla, ya que cosas así son tan inusuales como la visita del cometa Halley a nuestro planeta o que este país no haya entrado en guerra durante setenta años.

Hace poco he visitado Estambul, una ciudad que ha dejado en mí una profunda huella. He visto mucha gente que se buscaba la vida de las maneras más sorprendentes que podía imaginar: en esta esquina, un pobre viejo sentado junto a una báscula en la que los viandantes pueden pesarse a cambio de una propina; en esta otra una mujer vendiendo té almacenado en un gran termo por una lira turca (apenas medio euro) y sobretodo, los miles de vendedores ambulantes que atestan las calles colindantes con el gran bazar o zonas más alejadas como Eminönü, Karaköy o Beyoglu, que ofrecen a sus clientes las más inútiles baratijas y trastos viejos -para que me entendáis, un estilo al antiguo rastro de la plaza de toros en Zaragoza-.


Este esfuerzo por tratar de salir adelante, por ganar algo de dinero, me ha hecho preguntarme cómo voy a hacer yo de aquí a no mucho tiempo para vivir por mí mismo, para mantenerme y creo que mi problema ha sido que he estado en la inopia durante toda mi vida. Si hay algo que tengo claro es que quiero dedicarme a la música y esa segunda oportunidad de la que hablaba antes venía referida a este aspecto. ¿Qué hacer si no soy capaz de aprovechar esta nueva ocasión? Sinceramente, no lo sé. Por eso creo que he vivido demasiado tiempo en otra onda, en un lugar muy alejado del que debería haber bajado hace días. Tengo que ir directo a por lo que quiero, pensar única y exclusivamente en mí y no en los demás, que como decía Walt Wiltman, "nada, ni Dios, es más grande que uno mismo" y por ello debo luchar por mí. Por ser mejor que ayer, por hacer lo que yo quiera con mi vida sin pensar en que alguien va a venir a jodérmelo todo. Y si alguien lo hace, dejaré caer sobre ese cabrón toda mi rabia y mi ira.

Nada ni nadie conseguirá chafar mis ilusiones y mis sueños por mucho que lo intente.

Estambul me ha cambiado en tan sólo siete días y quizá sea el sitio en el que debiera vivir algún día. Prometo que volveré.

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