Las palabras adecuadas quedan a veces muy lejos de nuestra mente en el momento oportuno.
Luego, cuando por fin vienen a nosotros, nos flagelamos con vanos insultos y viles metáforas.
Al final, una vez relajados y satisfechos con nuestro autocastigo, nos tumbamos y descansamos creyendo que todo está arreglado.
¡Ah, ignorantes!
No hay comentarios:
Publicar un comentario