martes, 24 de noviembre de 2009

¡Maldita sea!

Como cada mañana, asomé mi cabeza por la ventana para tomar con mis mejillas la temperatura existente más allá de mi cálido hogar. Ese día había bajado considerablemente y constaté la posición del mercurio en mi termómetro. Cogí la chaqueta tras el desayuno, introduje las manos en aquellos falsos dedos de lana, enrosqué una bufanda en mi cuello y creí al fin estar preparado para afrontar el frío polar presente en la calle. La puerta bramó su habitual chirrido al cerrarla cuando salí de mi casa enfilando las gastadas escaleras de mármol.

En la calle todo era paz. Las tiendas permanecían cerradas a esas intempestivas horas, invitándome a volver a casa y agazaparme de nuevo en mi cama...

Todavía no sé a qué extraña razón se debe este texto. Acabo de llegar a mi hogar tras un duro día y sin darme cuenta ya estoy pensando en el comienzo del siguiente.

¡NO!

Quiero descansar ahora que llegó este ansiado instante. Quiero disfrutar de cada minuto de sueño para que mañana al despertar no se me vuelvan a quedar pegadas las sábanas, como me ocurre cada día.

Escribiré acerca de la rutina cuando tenga tanto tiempo para descansar que esa maldita palabra me parezca algo lejano y carente de significado.

Ahora, por unos instantes quiero ser feliz.

Buenas noches

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