martes, 10 de noviembre de 2009

Mezcolanza

Tomó el anciano aquel globo, tan azul como el océano, entre sus torpes manos. Dirigió su mirada dócil hacia él y a continuación lo lanzó con un rápido movimiento al lugar donde yo me encontraba sentado. Sus manazas hicieron que el globo saliera disparado aproximándose a mi cara, dándome el tiempo justo para devolvérselo con un suave golpe. El anciano rió cuando me lo volvió a enviar con otro certero manotazo y su sonrisa provocó en mí una extraña mezcolanza entre alegría, tristeza y resignación.

Continuamos jugando hasta que uno de mis lanzamientos salió más allá del campo visual del anciano, quien al no ver el globo se quedó quieto, buscándolo por un instante con una mirada sin rumbo ni dirección. Al no hallar su preciado objeto, se dejó llevar por la fuerza de la gravedad, cayendo con su espalda en el respaldo del sofá sobre el que se hallaba sentado. Se quedó mirando la televisión con esa expresión dócil que conserva en todo momento mientras en mi interior volvía a experimentar esa amarga sensación de derrota.

El anciano permanecía absorto en no sé muy bien qué, pues era imposible averiguar los pensamientos que se le estarían pasando en ese instante por la cabeza. En un determinado momento se incorporó lentamente, aproximando su mano hacia la mesa que se hallaba justo delante. Tomó un rollo de papel cocina y lo acercó hacia sus gastados labios, tratando de extraer algún tipo de líquido. Él no se daba cuenta, pero de aquella embocadura jamás saldría agua, aunque quizás en su cabeza creyera estar bebiendo su antaño preciado vino. Ante tal situación, mi primera reacción fue una sonrisa pronto tornada en lágrima que discurrió por mi rostro. Comprenderéis mi tristeza cuando os confiese la identidad de este anciano. Se trata de mi abuelo. El alzheimer va haciéndole olvidar a la gente que siempre le ha amado, así como las tareas cotidianas que ha llevado a cabo durante toda su vida.

Permaneció en silencio toda la tarde, sentado en el sofá, mientras en la calle una fría y ventosa tormenta otoñal descargaba su furia.

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