lunes, 30 de agosto de 2010

Arrivederci

-No quiero.

-¿Por qué?

-Porque no quiero.

-Esa no es una razón.

-No es necesario un motivo. No tengo ganas.

-Pero debes hacerlo.

-¿Por qué?

-Aquí soy yo el que hace las preguntas. Hazlo y deja de hacer el gilipollas.

-Pero nunca he disparado a un hombre.

-Alguna vez tiene que ser la primera.

-No me siento capaz.

-No importa. Hazlo. Es fácil. Sólo es necesario apretar el gatillo.

-Tengo la mano atenazada. No me responden los dedos. Quieto. ¿Por qué me apuntas con tu pistola?

-He dicho que aquí soy yo quien hace las preguntas. Ahora dispara o te rebano la tapa de los sesos. Deja de mirarme con esa cara de cordero degollado. Este tipo es mierda. Mátalo.

-No puedo. No soy quien para determinar quién debe y quién no debe vivir.

-Vamos, hombre. Olvídate de debates éticos. En este mundo, si quieres sobrevivir, debes terminar con tus enemigos. Ellos no dudarán ni un segundo en matarte si tienen oportunidad.

-A veces me pregunto por qué elegí esta vida.

-No debes preguntártelo, simplemente actuar. Ahora no puedes dejar la familia. Te matarán. Probablemente yo sería tu verdugo.

-Lo sé. Pero antes yo me dedicaba a un trabajo mucho más tranquilo. Jamás me había enfrentado a esta situación.

-Bueno. Tal vez esto sea temporal, hemos perdido muchos efectivos en esta maldita guerra. Espero que pronto llegue a un acuerdo el señor Pandiani. La situación es realmente complicada. Pero de momento, nos toca hacer el trabajo sucio. Lo tuyo es sencillo, así que hazlo ya.

-Pero está inconsciente.

-Mejor. Así la transición de este mundo al otro será menos dolorosa.

-¿Crees en Dios?

-No. Quien crea es un iluso. Este país está lleno de ilusos. Este mundo en general está lleno de ilusos. Sólo creeré cuando se haya demostrado su existencia.

-Pero la fe no es demostrable. La existencia de Dios no es demostrable. O crees o no crees.

-Entonces no creo. Los evangelios han sido manipulados al antojo de la Iglesia desde hace siglos. Llevan introduciendo esas estúpidas creencias en las débiles mentes del pueblo demasiado tiempo. Se lucran de su ignorancia. No es momento para hablar de esto. Ahora, mátalo.

-Muy bien. A la mierda entonces.

-¡No! ¡¿Qué haces?! ¡Aparta la pistola de tu cabeza!

-Si no puedo dejar esta vida sin que me maten, prefiero ser yo mi propio verdugo.

-¡No! ¡Maldito cabrón! ¡Detente!

-Arrivederci.

-¡No!

1 comentario:

  1. Hola campeon.
    Una entrada llena de dramatismo con fatal desenlace.
    Un abrazo desde Barna.
    Ricard

    ResponderEliminar