viernes, 17 de julio de 2009

Una buena persona

Él sólo era una buena persona. Un chaval un tanto atolondrado, pero una buena persona. Solía caminar evitando ser visto, hablar evitando ser escuchado, transgredir los principios de la sociedad sin que nadie lo supiera.

Se escondía en rincones extraños, visitaba mujeres de mala fama, locales donde la grifa estaba a la orden del día, oscuros callejones por los que sólo los yonkis más sucios de la ciudad se atrevían a entrar, pero era una buena persona.

Sus padres desconocían su vida, desconocían tantos aspectos de él que no eran capaces de imaginar en qué vicios gastaba el poco dinero que ganaba su pequeño como repartidor de pizzas. Nunca habían pensado mal acerca de su hijo, pues era una buena persona.

Sin embargo, un día llegó a casa con el rostro teñido de blanco, con una mano ensangrentada, la camisa entreabierta y los ojos bañados en dolor. Entonces entendieron todo, entonces descubrieron que su hijo les había estado engañando, aparentando ser quien no era. Sin embargo, decidieron darle una oportunidad, ayudarle a salir adelante, a dejar toda la mierda en la que se había metido y que le había llegado hasta el cuello. Sabían que su hijo era una buena persona.


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