jueves, 17 de diciembre de 2009

Ciudades

Hay ciudades con alma. Ciudades que parecen hablar mediante sus calles, sus plazas o sus gentes. Ciudades monumentales que han abarcado muchos siglos de Historia y que han conseguido conservar, pese a la desidia de sus habitantes, el esplendor del pasado. Ciudades inabarcables levantadas sin sentido ante la especulación y otras que ven cómo poco a poco sus avenidas languidecen ante el abandono y la pobreza. Ciudades esplendorosas, capitales de antiguos imperios, orgullosas de su pasado mientras caminan hacia el futuro. Ciudades cuyo rostro cambia según el momento del día, pues no es lo mismo la luz del Sol que la de una farola.

Ciudades caóticas, donde coger el coche supone cada día una aventura. Ciudades planificadas según un plan de ordenación urbana, en las que es difícil perderse ya que todos los caminos conducen al mismo lugar. Ciudades satélite y ciudades dormitorio, cuya única función es dar cobijo a familias, tendiendo a perder la típica imagen socializadora de la urbe. Ciudades imprescindibles en las que la vida puede ser maravillosa y otras tan detestables que podríamos demolerlas para volver a levantarlas con cierto estilo.

Ciudades pequeñas donde la vida es tranquila y apacible, a la par que tediosa en algunos momentos. Ciudades con mar y puerto cuyo cielo es surcado por gaviotas y cada amanecer trae consigo el sonido de la bocina de un barco. Ciudades con río o ríos, fuentes de riqueza y recursos imprescindibles y tal vez decisivos para la construcción de dichas urbes. Ciudades alzadas en torno a una iglesia, una mezquita, un templo, una fortaleza... en fin, construidas en torno a algo.

Ciudades fantasma y destruidas por las guerras. Ciudades que se han convertido en emblemas de nuestro planeta, en marcas que vender y exportar. Ciudades de ensueño, de cuento o de postal. Ciudades de las que siempre se enamorarán románticos aventureros en busca de un motivo por el que vivir.

Siempre nos quedarán ciudades por descubrir.

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