lunes, 7 de diciembre de 2009

Vida Nueva

Me encontraba disfrutando de un delicioso té de manzana cuando me vi sobresaltado por el sonido del teléfono. Estiré el brazo y lo alcancé inmediatamente, descolgándolo y contestando con gran celeridad. Se trataba de una llamada que llevaba tiempo esperando.

Me calcé más rápido que nunca y salí corriendo de mi apartamento rumbo al trabajo. Cuando llegué, lo primero que hice fue despedirme de mis compañeros y de mi jefe, un tipo harto desagradable cuyas axilas apestaban a sudor. No volvería a aparecer jamás en ese asqueroso restaurante de comida rápida al cual tenía que ir todos los días de la semana. En cuanto tuviera algo de tiempo denunciaría las terribles condiciones de trabajo que había tenido que aguantar a lo largo del año que había pasado desde el fin de mis estudios.

Salí a la calle, volví a mi apartamento dando saltos de alegría y una vez allí encendí el ordenador. Escribí un e-mail explicando el nuevo rumbo que había tomado mi vida. Lo envié a todos y cada uno de mis contactos, pues quería que todo el mundo fuera consciente de mi dicha. Siempre había sido un tanto capullo pero hoy se terminó mi mala suerte.

Telefoneé a James, mi mejor amigo. Se alegró sobremanera de mi éxito y se prestó a llevarme al aeropuerto el día que por fin cogiera el avión hacia una nueva vida. Lo único que sentía era que mis padres no pudieran ver nada de todo esto. Murieron hace cuatro años en un trágico accidente del cual sólo salí yo con vida, pero estoy seguro de que allá donde estén se sentirán muy satisfechos de su hijo.

Dejé uno a uno cerrados todos los asuntos que tengo en esta apestosa ciudad y busqué un billete de avión. Me iba dentro de dos días. Me iba de Detroit. Esta urbe estaba cada vez más decrépita. El esplendor de antaño se transformó en decadencia. Vivió una época gloriosa pero ahora los tiempos de recesión y ruina llegaron, provocando una ola de suicidios entre la clase acomodada de la urbe. La avaricia rompe el saco.

Ahora, aquí en el aeropuerto, me dispongo a coger el primer avión de otros muchos que me quedan por tomar. Ya he facturado la maleta con la gran mayoría de mis pertenencias -las que no he podido traer se las he prestado a James- y ahora sólo llevo conmigo una mochila cargada de papeles y baquetas. Sí, soy músico y ahora mismo emprendo una gira de larga duración con una afamada orquesta sinfónica de los Estados Unidos. Espero no verme obligado a volver nunca a esta ciudad. Cualquier otro sitio de este planeta ofrece más oportunidades para vivir de la música.

Quiero despegar cuanto antes, quiero ser libre.

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