domingo, 13 de diciembre de 2009

Frío cálido

Y sin quererlo, amaneció. Pero no fue una alborada cualquiera. La niebla era casi opaca, aunque conservaba una translucidez semejante a la del alabastro que cubre las ventanas de muchas iglesias. Por eso, aquel día el sol no salió. Simplemente iluminó las nubes acosadoras, las cuales tapaban incluso los edificios más cercanos a nosotros. Yo amaba ese momento pues sus ojos no habían perdido un ápice de vida a pesar de las sombras. Su miraba reflejaba cierto temor a pasear entre tinieblas pero se calmó cuando apreté su cuerpo al mío. Íbamos muy abrigados, sobretodo ella. Vestía una chaqueta gris a la moda bajo la cual se superponían dos camisetas y un jersey a juego con la chaqueta. Además, un gorro oscuro cubría su cabello moreno aunque su cara soportaba el intenso frío con estoica heroicidad. Estaba muy mona con la nariz colorada y yo no pude evitar hacer una broma acerca de ese color carmín. Ella sonrió y me dijo "tonto" cariñosamente. Arrimó su cabeza a mi hombro y seguimos caminando, atravesando la niebla que poco a poco iba iluminándose. Olvidé el frío para concentrarme en nuestros pasos, consiguiendo una sensación de plenitud en medio de la bruma.

Me sentía tan bien paseando con ella que te lo tenía que contar. No es mi intención despertar en ti envidias ni suspicacias, simplemente quería compartir mi felicidad contigo esta noche. Dulces sueños.

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