lunes, 13 de julio de 2009

y por fin, el cielo


Llevaba días buscándolo, tratando de hallar sus colores entre una jungla de edificios, antenas y malos humos. El viernes por fin lo encontré: el cielo en todo su esplendor, con su gama infinita de colores que varían siempre según el lugar desde el que miremos.

En las Cinco Villas, el cielo tiene una luz propia. Los atardeceres son especialmente hermosos, quizás porque son los que he visto todos los veranos de mi vida desde que tengo cinco años, observando las tonalidades que el sol dibuja mientras se oculta tras los pinos situados al final de la calle donde viven mis abuelos.

Me encuentro nostálgico estos días, pues me doy cuenta que terminó esa etapa tan feliz en nuestra vida que es la infancia. Las obligaciones ya no me dejan disfrutar del verano en toda su plenitud y me veo obligado a estudiar, a malgastar este tiempo de disfrute en otros menesteres muy importantes y a ver como mis abuelos son demasiado mayores como para vivir en el que ha sido siempre su hogar.


Ahí os dejo otro atardecer, esta vez del que siempre he considerado mi pueblo: El Bayo

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